No se le conoce apodo, por ello va bien, es estimulante, hacer un ejercicio de imaginación y buscar uno que ya los medios le han acomodado y, otros, que a fuerza de dedicación voluntaria o, involuntariamente, -como dice Joaquín- se ha ganado a pulso.
Conforme al diccionario un apodo sustituye al nombre generalmente por una característica particular y son abundantes los que a él se le pueden obsequiar, porque su vida ha navegado entre la promesa, la mentira, la traición y la contradicción.
Y es que el hombre tiene hasta hoy 30 de Mayo para buscar- vaya que le urge- incrementar su popularidad, como lo van a hacer los aspirantes a alcaldes y a diputados de distintos puntos de Tamaulipas, quienes utilizaran en la boleta electoral del proceso local de julio su sobrenombre, su alias, su apodo,-que es lo mismo- como ya lo autorizó el IETAM.
Él no es un político de la nueva generación puesto que fue el primer alcalde panista de Ciudad Victoria y muchos aún lo identifican, lo adoran, se le entregan, pero otros lo repudian, lo ignoran y lo condenan, porque comprobaron que es un experto para el embuste, para el disimulo, para la farsa.
El más llamativo con el que algunos lo han distinguido es el “Fray Escoba”, porque ahora le dio por barrer con palo y espiga todo lo que huela a corrupción en esta capital, cuando lo mejor sería que se untara bicarbonato de soda en la nariz, con lo cual evitaría el aroma que transpira desde que por tradición familiar incursionó y le encontró sabor a la política.
Otro, se acerca al de “El Farsante” y, cómo no, si en uno de sus slogan reza “Vamos a barrer la mentira”, como si no fuera ampliamente conocida su trayectoria pincelada con promesas no cumplidas desde los puestos que ostentó, por eso, a ese, también se le ha agregado el de “Bocón”.
De la misma manera otro apodo que lo decora es el de “El Bofo”, el cual al parecer si le duele, porque es un hombre narcisista que aun consulta el espejo para rascar desesperado gotitas de la juventud que ya lo rebasó y que lo hacen remontarse al pasado cuando se creía un “Juan Camaney”, si, aquel sujeto que con tan solo pelar el diente postraba a las viejas a sus pies.
Y es que él aún no se resigna y cree que la eterna juventud es solo un mito, por eso con un nuevo intento trata de rescatar vigor, ganancia al maquillaje y le pide, le suplica, al tiempo que vuelva.
A propósito, también le dicen “La Abuela”, pero ahí mejor permanezco con los dedos congelados en el teclado, porque realmente no sé de dónde provino tal alias.
Pero el más fresco, el más reciente, y puede ser el que mejor le acomoda es el de “El Capataz”, porque los medios ya escudriñaron y lo ubican como un empresario que despide a sus trabajadores, luego los recontrata y posteriormente los vuelve a despedir.
No creo que sea invento de ellos –de los medios- porque las versiones se las atribuyen a ocho afectados que interpusieron demanda ante la Junta de Conciliación y Arbitraje por despido injustificado, entre los cuales figuran empleadas domésticas, jardineros, cocineras y cantineros.
Los nombres de las víctimas del patrón allí están en la prensa y se trata de trabajadores humildes que sufrieron atropellos de quién hoy en su calidad de candidato a la presidencia municipal de Ciudad Victoria por el Movimiento Ciudadano se erige como el ferviente defensor del empleo, de los derechos humanos, de la familia y mil cosas más.
Increíble es, que pueda haber espacio suficiente para las mentiras, para las falacias, en tan pequeña cabecita y, lo peor de todo, que aun exista quién las digiera con el cariño de un ser hipnotizado, por no utilizar una palabra que sea severa he insultante.
No creo que él acepte la oferta del IETAM para registrar uno de sus apodos, porque será vanidoso, insolente, superficial he hipócrita, pero no tonto.
Con base a ello, se explica cómo Gustavo Cárdenas Gutiérrez se desploma rápido en las encuestas que ordenó elaborar su viejo amigo moreno con rostro de diablillo que lo hizo morder el polvo, que lo superó en la elección panista.
O: ¿Será que el ciudadano, ya despertó?
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