Jorge Alfredo Lera Mejía

Una vez resuelto en EE.UU. el “Apagón” burocrático, ahora encara el gobierno de Barack Obama la problemática del techo de la deuda. Así el Senado llegó el pasado 16 de este mes, a un acuerdo para elevar el techo de la deuda, a menos de 24 horas de que se alcance el límite y poner fin así al cierre parcial o “Apagón” de la Administración federal.

La propuesta del Senado elevó el techo de endeudamiento de EE.UU. hasta el 7 de febrero y desbloquea el presupuesto federal para reabrir la Administración -paralizada parcialmente desde el 1 de octubre- hasta el 15 de enero, dando tiempo a que el Congreso inicie un debate sobre el gasto y reducción del déficit.

Por ello, el verdadero problema no es el cierre federal, sino el techo de deuda; y que los legisladores hayan encallado una vez no es una buena señal. En EE.UU. el endeudamiento del Tesoro está limitado por ley, y para fijar un nuevo límite hace falta la aprobación parlamentaria, incluso cuando el mismo poder legislativo haya aprobado el presupuesto.

Parte del partido Republicano aún insiste en que el Gobierno debe retirar la Reforma Sanitaria para que se apruebe un aumento del techo de deuda. En cierto modo, el cierre federal es una escaramuza: la verdadera batalla se librará en las próximas semanas con el techo de deuda, donde la apuesta republicana es mucho más fuerte.

Los efectos de no elevar el techo de deuda serían infinitamente más dañinos para la economía dado que condiciona cualquier desembolso federal, incluidos los intereses de la deuda. Que un país como EE.UU. no paga estos intereses equivale a un catastrófico impago de la deuda.

El economista Paul Krugman ha calculado que mantener el techo de deuda sin dejar de pagar intereses supondría recortes por valor de 600,000 millones (si se extrapolasen a un año fiscal entero), es decir, una dosis extra de austeridad. Además, los recortes no se determinarían según la relevancia del gasto que se elimina, sino de cuánto toca pagarlos; es decir, serían aleatorios, lo que desestabilizaría la economía.

Existen otros mecanismos. El más directo es incumplir el techo de gasto por decreto, una medida que Bill Clinton asegura tuvo preparada: se trata de apelar a un artículo constitucional (la enmienda número 14, que garantiza la validez de la deuda pública de EE.UU.) argumentando que esta norma tiene mayor rango que el techo de deuda.

La parte mala es que eso abriría una larga batalla judicial. Y hay alternativas exóticas, como una operación financiera con la FED usando activos públicos como respaldo (proporcionaría liquidez durante un tiempo) o, la más extraña de todos, aprovechar un agujero legal que permite al Tesoro emitir monedas de platino y crear una moneda gigante con la que respaldar nuevos desembolsos.

Ninguna de estas alternativas presenta un panorama halagüeño; lo más razonable sería que Demócratas y Republicanos se pusieran de acuerdo. Pero en política no siempre impera el sentido común.

El Secretario General de la OCDE, José Ángel Gurría dijo que si bien los países de la OCDE dieron un suspiro de alivio tras los pasos del Congreso de EE.UU. “para levantar el techo de la deuda y acabar con el cierre parcial del gobierno federal, una solución a largo plazo todavía no se ha encontrado”.

“En nuestro mundo interconectado, el punto muerto innecesariamente pone en peligro la estabilidad y el crecimiento no sólo de los EE.UU. sino también de la economía mundial en general”. A la luz del hecho de que el acuerdo eleva el techo de deuda de EE.UU. sólo hasta el 7 de febrero y los fondos del gobierno de los EE.UU. y el 15 de enero, también dijo que “en el futuro, será crucial para los EE.UU. para encontrar un medio sostenible y un Plan de largo plazo fiscal”.

Un bloque de países que serán más afectados, es el caso de América Latina en general, y México más frontalmente por la alta dependencia de su economía con la de EE.UU., con la que comerciamos un 85% de comercio exterior (exportaciones e importaciones).

Ahora, después de una década con un crecimiento relativamente fuerte, América Latina se encuentra en estos momentos con vientos en contra, con una menor demanda externa, una moderación de los precios de las materias primas y una incertidumbre creciente acerca de las condiciones financieras externas, según las últimas Perspectivas Económicas de América Latina publicadas de manera conjunta por el Centro de Desarrollo de la OCDE, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), y el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF).

México está especialmente expuesto a la situación estadounidense, por diversos factores: en primer lugar por su enorme dependencia comercial, pues más de 85% de las exportaciones mexicanas se dirigen a sus vecinos del norte.

Adicionalmente, como segunda afectación, México es inmensamente dependiente de los flujos de inversión directa y de portafolio, de las maquiladoras y de las remesas de trabajadores provenientes de los EE.UU. (segunda entrada de divisas después del petróleo).

En tercer lugar, se depende sustancialmente de los bienes de capital y de la tecnología norteamericana, ya que cerca de 40% de las empresas más importantes de México son de capital norteamericano.

Los EE.UU. también representan una gran válvula de escape de la población ante la insuficiencia de empleos en México. Asimismo, gran parte del consumo de productos básicos (maíz, trigo, arroz), se satisface con importaciones provenientes de los EE.UU.

Por último, las reservas del Banco de México se encuentran totalmente nominadas en Dólares y, por lo tanto, el manejo de las políticas monetaria y crediticia (manejo de circulante y de tasas de interés) está supeditada a los mercados norteamericanos.

La relación entre México y EE.UU. es además profundamente desigual, dado que el PIB mexicano representa tan sólo 6% del de los EE.UU. En estas circunstancias, resulta difícil pensar que México esté suficientemente blindado ante esos problemas.

En lo local, la economía de los estados fronterizos, como es el caso de Tamaulipas, también serán los más afectados en el corto plazo. La alta dependencia de la economía tamaulipeca por el Comercio Exterior de cruce por los 17 Puentes Internacionales con Texas y los dos Puertos de Altura, se verán más afectados por la crisis de deuda norteamericana.