Ubicado en el noreste de México, Tamaulipas cuenta con 400 kilómetros tanto de costa como de frontera, es un estado pluricultural por la gran cantidad de población migrante que viene de otras partes del país, ya sea para estudiar, trabajar o para intentar cruzar la frontera hacia los Estados Unidos de América.

Tamaulipas, último territorio en ser colonizado en la Nueva España, fue hasta la mitad del siglo XVIII una “isla de salvajes” para la Corona, que en varias ocasiones fracasó en sus intentos de ocupación. Según algunos historiadores regionales, la naturaleza aguerrida de los indios, hizo que esta región permaneciera hasta 1749 “inhóspita y salvaje”. Señala Powell en su libro “La guerra chichimeca” que en gran parte de la gran chichimeca, la colonización española no se dio por el sometimiento, sino producto de un constante intercambio cultural.

Ser tamaulipeco, ser norteño, es parte de una identidad que nos obliga a un ejercicio de otredad histórica, donde el otro, el salvaje se vuelva parte de este territorio que habitamos. Tierra agreste que hemos “dominado” al igual que él en el pasado, soportando los climas extremos,  migrando permanentemente y viviendo en entornos de disputa. Es entonces cuando la territorialización de actividades incluso se torna violenta.

Por ser una zona de tránsito constante, no sólo de personas sino también de todo tipo de mercancías,  la  violencia, el narcotráfico y la pobreza son algunos de los problemas sociales permanentes.  Aunque éste no es un caso de excepción en México, es importante señalar que las condiciones económicas y sociales del estado han sido factores determinantes para que las expresiones culturales de nuestros ancestros estén permanentemente amenazadas, dándose un deterioro constante del patrimonio cultural.

Hasta hoy, Tamaulipas no cuenta con un inventario de su patrimonio cultural, existen sí algunos esfuerzos que intentan realizar esta tarea, pero ninguno ha resultado significativo debido a la complejidad del territorio, no sólo por su extensión geográfica, sino también por los contrastes culturales de sus regiones.

Pero este es solo el principio del gran problema que enfrenta esta herencia, si bien su catalogación es el punto de partida para conocer la situación en la que se encuentra actualmente (estado de conservación y preservación) existe también un total abandono de su estudio y valoración. No solo se desconoce cuál es, donde está y en condiciones, sino también, la relación que la sociedad mantiene con él,  cómo lo usa, lo reconoce y lo valora.

Partiendo del entendido que dada nuestra condición histórica, cuyos referentes culturales son distintos a otras zonas del país por ubicarnos en la Gran Chichimeca, es necesario estudiar el patrimonio cultural de Tamaulipas desde una perspectiva distinta a la realizada desde el centro del país que aglutina elementos del patrimonio nacional como herencia de los grupos mesoamericanos.

Este ejercicio que implica reconocernos en el otro históricamente, tendría como tarea principal la valoración del patrimonio cultural como herencia identitaria, comenzando por hacer inventarios de nuestro paisaje natural, nuestras costumbres, comidas, ritos y “los memes como unidad de trasmisión cultural” en México –dice Machado-, donde la imitación de lo ajeno domina el pensamiento de muchos, persiste la necesidad de la búsqueda de una identidad.

Cada uno de nosotros se compone de diversas identidades que compartimos con diversos grupos humanos, así la identidad colectiva se va construyendo en la medida que vamos reconociendo los valores sociales que permiten la convivencia. La recuperación, el reconocimiento, la conservación y la preservación del patrimonio cultural permiten el entendimiento para dejar de ver al otro como diferente y ajeno a nuestra identidad y permite integrarlo a nuestra historia y a nuestra vida.

La historia hegemónica de México borró, a partir del triunfo liberal a todas las minorías que pudieran representar para la gloria nacional un peligro de fragmentación, así la historia de México se convirtió en la historia de un pueblo mestizo donde todos éramos mexicanos, los indígenas desaparecieron y a partir de ahí serían recordados cuando se hablara de la grandeza de Mesoamérica.

Una historia de héroes, villanos y grandes hazañas, hasta se olvidó a Texas por así convenir a sus interesas; pero ¿Dónde estamos nosotros, los tamaulipecos? Nuestros padres, abuelos, la tierra y la cultura, en muchos sentidos la historia de los “salvajes”, los chichimecas, también se ha vuelto ajena a nosotros, debido a que no podemos entablar un diálogo con un pasado que ha quedado en el olvido. De ahí que para recuperar su memoria hay que reconocerlo.

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