Cuando se habla de patrimonio cultural entramos en terrenos complejos para la comprensión y análisis de todo lo que involucra las diversas interpretaciones de este concepto. Una definición etimológica de patrimonio es: “el conjunto de bienes materiales legados por los antepasados; como puede ser una catedral, una casa, una fiesta popular, un paisaje, todo lo que provenga del pasado y tenga un valor para nosotros. En otras palabras, es lo que ha quedado visible  y a través del cual podemos conocer la historia” señala Francisca Hernández en su libro “El patrimonio cultural: la memoria recuperada”.

Con frecuencia escuchamos hablar que tal ciudad o monumento es considerado como patrimonio de la humanidad, tarea que realiza la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) al  pronunciarse a favor, no sólo de sitios, sino incluso de ciudades completas para contribuir a su protección, a partir de su Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural de 1972, que cuenta con una lista de patrimonio cultural mundial.

En México nueve ciudades forman parte de esta declaración, que se suman a los cerca de 900 sitios en el mundo que integran esta categoría. Cuando hablamos de patrimonio entramos también en una serie de divisiones y categorías que en el sentido estricto sólo funcionan para facilitar la clasificación del legado. Así podemos ver que hay patrimonio tangible e intangible; histórico, arquitectónico, artístico, entre otros que componen el patrimonio cultural que junto con el patrimonio natural integran la riqueza heredada por los antepasados.

El patrimonio es la pieza fundamental de la identidad de los pueblos; las personas se identifican siempre con símbolos y costumbres del lugar donde viven, nacen o pertenecen; de ahí la importancia de preservar el patrimonio como elemento identitario de la cultura de los individuos.

Sin embargo, es común que en el diario convivir con ese patrimonio la sociedad no le otorgue valores que permitan conservarlo y en su momento también entregarlo en herencia a la siguiente generación, lo que equivale al deterioro de la identidad y por consecuencia de la cultura. Su desconocimiento debilita la conciencia cultural, provoca indiferencia y su inevitable destrucción.

El patrimonio cultural “…es una herencia de los antecesores y se ha resumido y conservado con el objetivo de ser transmitido a las generaciones futuras. El patrimonio se convierte de este modo, en un bien público cuya conservación ha de estar asegurada por los poderes públicos”  apunta Hernández.

El patrimonio cultural, es un legado de las generaciones pasadas que han dejado como testimonio de su existencia; el tangible llega al presente de dos formas, la primera porque ha sido preservado como un valor, cuyo uso en la vida cotidiana dejó de ser útil y al dejar de cumplir los fines para los cuales fue creado es conservado como evidencia histórica del pasado.

La segunda forma en la que el patrimonio tangible llega a nosotros es por mera circunstancia, es decir, llegamos a conocer el objeto o monumento porque ha sobrevivido al tiempo por diversas razones que no son la preservación del pasado en forma consiente y planificada, ni por la preocupación de conservar la evidencia histórica del pasado. Este patrimonio está constantemente en riesgo de desaparecer al no existir una valoración que permita su conservación y preservación.

En cuanto al patrimonio cultural intangible entendemos este como el conjunto  de manifestaciones culturales de la sociedad que han sido heredadas de los antepasados y son prácticas vivas que dan sentido de identidad a la sociedad. Cuando no existe una valoración de estas expresiones como parte del patrimonio cultural es frecuente que estas prácticas -que constantemente se modifican por la natural dinámica de la sociedad- lleguen a desaparecer al ir cambiando los intereses de quienes las realizan.

Si partimos de la premisa que el patrimonio cultural es lo que da identidad y pertenencia a los individuos dentro de una sociedad; su utilidad está enmarcada en la preservación de los valores sociales, es decir, en la medida que un individuo este consiente de su pasado, de su herencia social y de su patrimonio cultural, estará más comprometido con su entono y con la sociedad en la que vive, esto le permitirá desarrollar capacidades que generen bienestar e incrementen sus capitales sociales, culturales y económicos.

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