Había escuchado hablar acerca del término “extorsión cibernética”, pero nunca pensé que esa práctica, que es ilegal, y a la cual todos estamos expuestos, la sufriera en carne propia y que trozara los hilos que me unían con mis amigos y con diversas fuentes informativas que son tan necesarias consultar para desarrollar mi trabajo periodístico.
Cumplo hoy 30 días fuera de circulación, no por gusto, sino como consecuencia de la hospitalización de mi cuñada, lo que me ha obligado a realizar largas veladas en los nosocomios locales, en espera de un milagro para que se levante de la cama y que supere el grave padecimiento que la consume, lo cual se antoja casi imposible.
Son semanas que parece que no tienen fin y que rápido hacen mella en la salud y en el ánimo de mi familia más cercana, sin embargo la esperanza muere al último y es Dios el que tiene la palabra final.
Sin embargo, no puedo permanecer ajeno a lo que en el exterior sucede y por fin me di unas horas para salir a la calle, para saludar a mis amigos y para enterarme de que mi nombre circula de boca en boca, producto de un hecho que desconocía y que es urgente aclarar.
Resulta que mi correo [email protected] fue jakeado y de ello apenas hoy me entero, lo que ha provocado que mis fuentes informativas me miren con desconfianza, con recelo y que oculten de inmediato su cartera, por aquello de que sea verdad que soy un mercenario del periodismo.
Y cómo no van a reaccionar de tal manera, si desde ese correo, que por cierto fue bloqueado hace quince días, se enviaron elegantes mensajes a las dependencias, en los que supuestamente solicito un apoyo económico importante –un préstamo- que después rembolsaría, una vez que superara la severa crisis que padece mi familiar.
Nada más falso, porque mi reacción fue de sorpresa cuando esas fuentes me informaron del asunto, por lo tanto pretendo dejar en claro que nunca se envió un correo de esa naturaleza para tratar de ablandar el corazón y conmover a alguna potencial “victima”.
Lo extraño del caso es que nadie sabía del estado de salud de mi familiar, por lo que se sospecha que él o quienes están enviando esos correos a mi nombre son cercanos a mi persona, lo que resulta por demás ventajoso, sucio y mal intencionado.
Empero, son las autoridades las que se encargan del asunto y ya empieza a arrojar los primeros resultados la investigación que realizan, porque no se vale que de manera cobarde se ataque, que se lance la piedra y que se esconda la mano.
Ingenuo, sería, que a través de mi cuenta solicite recursos económicos para enfrentar mis problemas, por graves que sean.
Iluso, sería también, exhibirme públicamente y exponerme al escarnio luego de haber tejido una carrera periodística limpia que data de 33 años, durante los cuales no he acumulado riquezas, pero si un ramillete de buenos amigos que saben que extorsionar, no es mi estilo.
Y el autor o los autores de esa bajeza pronto estarán en la mira de las autoridades, porque los datos que van acumulando las investigaciones son verdaderamente interesantes.
Tal vez en otro momento todo esto lo hubiera asimilado como una broma, pero hoy lo califico como una agresión, porque se está utilizando a una persona que está enferma para sacarle jugo a la naranja y, eso, insisto, no se vale.
A mis amigos y a mis fuentes informativas les recomiendo que no se involucren en este juego que daña reputaciones, porque todos ustedes me conocen y saben que en las duras y en las maduras lo único que he solicitado es que hagan valer con todas sus letras la palabra, solidario.
Y a mis enemigos, que por lo visto existen, será la mano de la justicia la que los atrapará, porque extorsionar de esa manera es un delito grave muy penado.
A mis amigos que me hacen el favor de regalarme un espacio para hacer esta aclaración mi agradecimiento y abogo por su comprensión, porque aunque sé que este tipo de chantaje no es una modalidad, nadie escapa de él, todos estamos expuestos.
A esto no se le puede calificar de una manera diferente.
Es “mala leche”, así de claro, de rápido.