Corría enero de este año y ella ya tenía hasta preparado el lema para su campaña y frente a la mayoría de los delegados federales del PAN en Tamaulipas, con micrófono en mano, entonaba la melodía que más le agrada, que la hace vibrar y con la cual pensaba identificarse plenamente con el electorado.

Era la fecha de su cumpleaños y fui invitado a la comilona, no de colado, porque con ella me une una añeja amistad desde que llegue a Ciudad Victoria, la cual se fue consolidando gracias al acercamiento que como reportero tuve con su hermano, Don Bernabé Uribe Mora.

En ocasiones me invitaba a desayunar gorditas y otros antojitos y a fuerza de largas horas de plática fui conociendo a esa señora simpática, muy directa, propositiva, inteligente y con grandes sueños.

El día en que sumó un año más a su vida conmovía verla entonar las estrofas de la canción de Vicente Fernández, “Motivos”, sobre todo en el segmento que dice “Una rosa pintada de azul, es un motivo”, tal vez porque le acomodaba, porque encerraba todo lo que ella es como mujer y porque la identificaba con su partido, el PAN y su color tradicional.

En aquella ocasión ya sonaba el nombre de Arturo Soto Alemán, para la candidatura del PAN a la alcaldía de esta capital, no obstante de que meses antes, en Noviembre del 2012, la Coordinadora de Mesas Políticas del CEN, María Dolores del Río Sánchez, y el líder estatal, Jorge Alberto Fonseca, calificaban al hoy abanderado azul como “un fantasma”.

Ambos, se inclinaban por Roberto Schuldes, por Teresa Aguilar, por  Elba Valles y, por  Rosita Uribe Mora, como prospectos a la candidatura, sin embargo algo pasó y Arturo, un personaje desconocido en esta capital, sin trabajo partidista y sin experiencia en las lides electorales, se coló en la lista de nombres.

En aquel entonces Gustavo Cárdenas Gutiérrez aun jugaba a las adivinanzas y a las muñequitas como un chiflado escolapio y no se decidía a participar en la contienda interna, pero aun así mereció expresiones de respeto por parte de Rosita, quién declaró que si él era  bueno se sumaba inmediatamente a su proyecto.

Pero también tuvo palabras para Soto, a quién calificó como “un fuereño”, de lo que se deduce que los tradicionales panistas de esta capital estaban dispuestos a cerrar filas para que ningún advenedizo cruzara la puerta, pero algo pasó.

En esa comilona, compartieron el pan y la sal más de quince delegados federales con Rosita, los más importantes de Tamaulipas, quienes le levantaron la mano, le hicieron segunda cuando cantó “Motivos” y le refrendaron su apoyo, porque no cualquiera logra acumular 46 mil votos en una contienda, como ella lo hizo en el  2004, cuando se postuló para la alcaldía arropada por su partido.

Por eso Rosita ya estaba preparada para esta jornada electoral, pero hoy, inconforme con las decisiones que su instituto político tomó, se “arrojó a los brazos” del abanderado del PRI, Alejandro Etienne Llano, a quien respaldó incondicionalmente, porque es su amigo y porque los une un aprecio que es tradicional entre las rancias familias de la capital tamaulipeca.

Es, Rosita, una mujer que a pesar del tiempo pasado es identificada por el electorado, en razón de que aún está fresco el capital político que acumuló en el 2004, porque tomó la calle, pisó el lodo, recorrió los cinturones de miseria de esta localidad y los caminos terrosos de los ejidos cercanos, donde sin inmutarse se echó a la bolsa al ciudadano que está sediento de que se le escuche, de que se le cumpla y de que exista una tablita de salvación para aferrarse en medio del inmenso mar.

Porque conozco a Rosita, sé que la decisión que tomó no es un capricho, tampoco una venganza, y menos aún una grosería, y me inclino a pensar que algo ve en Soto que no le agrada, que no la convence y que la ha obligado a darle la espalda, aun por encima de lo que delibere el partido al que perteneció por generaciones sobre su futuro inmediato.

Se prevé que su actitud lesione al PAN y a su candidato, porque así de chiquita –como se ve- Rosita es picosa, brava, de una sola palabra, una mujer que Soto hubiera considerado, apapachado y conquistado, para evitar el trago amargo de que esa nota – su apoyo a Etienne- cobrara relevancia nacional.

Verdad es, sin exagerar, que Rosita le abrió un hoyo enorme al PAN de Tamaulipas, sino que se analice lo que sucedió en Reynosa, donde también el partido azul ya sufre de deserciones hacia el PRI, por haber derribado al candidato original para la alcaldía.

Y, por supuesto, es el tricolor, Etienne y los demás candidatos los que saltan sobre un pie en estos momentos, porque el PAN se está aplicado un doloroso harakiri.

Ni hablar, que con su pan se lo coman.

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