Muchas razones me llevaron a ver la película de “El Llanero solitario”, la principal fue la nostalgia infantil de la serie de televisión que en los años 70 pasaban por canal cinco. Por mi edad no entendía muy bien la trama, pero era emocionante verla.
Comentarios desfavorables escuché en los medios de comunicación sobre su producción y su fracaso en taquilla, ninguno fue importante, ni predispuso mi ánimo para ir a reencontrarme con los recuerdos de mi temprana infancia; mi única pretensión era disfrutarla.
Confieso que quise enfadarme al inicio de la trama por presentar al Llanero solitario como un tipo torpe y cuadrado, en ese ánimo del cine contemporáneo de ver a los héroes como hombres de carne y hueso, con debilidades y defectos. ¡Qué ganas de fastidiar la imaginación!, si el héroe de aventuras es por sí mismo la aspiración del superhombre lleno de virtudes y habilidades.
Una larga película, de Disney, con muchos efectos especiales y clásica superproducción hollywoodense; podrían ser los defectos que cualquier amante del buen cine señalara de entrada. Pero solo la paciencia para ver completa la cinta, de principio a fin, permite comprender su trascendencia.
Cuando leía hace algunos años a David Weber y sus estudios sobre los indígenas de América y especialmente “Bárbaros. Los españoles y sus salvajes en la era de la Ilustración” comprendí que la historia de Estados Unidos estaba íntimamente ligada con la historia de sus indígenas y que el mito del exterminio es solo eso, un mito que ha impedido entender la grandeza de los nativos aridoamericanos.
Pues bien, quien haya escrito el guión para la película creo que sin duda leyó a Weber, porque la trama es la reivindicación de los comanches, en su sabiduría, creencias, costumbres, en su vida en comunidad y en la soledad del personaje de Tonto que magistralmente interpreta Johnny Depp.
Los elementos de la trama son en el fondo la vida de los comanches y su lucha de sobrevivencia, la avaricia del blanco en su afán de riqueza a cualquier precio y la obsesión por el progreso en la expansión territorial. En la larga duración de la película (que para muchos es innecesaria), podemos ir apreciando como Tonto va aleccionando al Llanero solitario para hacerlo crecer en virtud y en valor (ahí se justifica porque se presenta como un hombre débil al principio de la historia), a través de la sabiduría comanche El Llanero comprende los otros significados de justicia más allá de las leyes escritas.
La ficción de la historia se disfruta en las escenas y lo indestructible de los personajes que saltan de tren en tren, es como una sinfonía que va creciendo, hasta que casi al final nos presentan al Llanero solitario que muchos conocimos en la infancia, haciendo justicia, correteando a los malvados y por supuesto musicalizada con el clásico de Rossini, la obertura de Guillermo Tell.
Buscando una explicación del fracaso de la cinta en taquilla, no creo que se deba a su larga duración como muchos especialistas en crítica cinematográfica han dicho, ni tampoco a que es una copia de Piratas del Caribe donde Depp se auto fusiló el personaje, como han dicho otros; el maquillaje impide que se identifique el actor y su gesticulación india no es la del pirata.
Creo más bien que en el subconsciente colectivo norteamericano no se acepta la idea de que “el salvaje noble” sea un héroe y a la vez que se exhiban las más bajas perversiones de la sociedad norteamericana como la codicia. Para el norteamericano medio, todavía en la actualidad el hombre blanco es el héroe y el indio, solo un salvaje que no entiende de progreso.
El fracaso de la cinta se debe buscar, no en los recursos cinematográficos sino en su discurso, en su guión, en la historia que cuenta, más apegada a una realidad descarnada que un mito de la gran conquista.
Ficción y realidad acompañan la cinta, con toques de humor y amor, sin grandes pretensiones, hay que disfrutarla solamente. Aunque Tonto se roba la historia, convirtiéndose en el personaje principal, cuyo nombre en español siempre fue Toro por los eufemismos que la palabra Tonto tenía en castellano.
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