Historia en español es una palabra polisémica (que tiene varios significados) tanto significa un relato o narración de hechos reales o ficticios como también define al estudio o ciencia con mayúscula que cuenta y explica los procesos del pasado. En inglés la distinción entre el estudio y la narración del pasado es más evidente ya que se tiene la palabra “story” para definir la narración de los hechos y “History” para definir la materia.
La Historia escrita con mayúsculas aunque se trate de un estudio con una metodología de investigación rigurosa y crítica está estrechamente emparentada con la literatura. De allí que la polisemia de la palabra no esté tan errada: la Historia y la literatura cuentan hechos, entrelazan personajes, explican situaciones y a través de la pluma del que escribe se pueden despertar simpatías, emociones o frustraciones al lector. La diferencia entre una y otra es que mientras que la literatura se encarga de la ficción, la Historia trata de los hechos reales ocurridos en el pasado.
Es por eso que el Historiador debe tener algo de literato, Umberto Eco o Fernando del Paso son buenos ejemplos del académico que pasó del ensayo histórico-filosófico a la ficción con bastante éxito, así como también hemos visto a escritores incursionar en la labor histórica con buenos resultados como Carlos Fuentes y Octavio Paz entre muchos otros.
En investigación el vínculo entre Historia y literatura es muy cercano porque hay textos literarios que aunque no fueron escritos para el estudio de la Historia sino para el divertimento del pueblo pueden ser usados como documentos históricos y ayudar al historiador a investigar el pasado. Por ejemplo en “El Decamerón” escrito por Giovanni Boccaccio en el año 1352 en el proemio el autor hace una crónica de la manera en que la peste negra azotó Europa. Si bien Boccaccio relató la pandemia de la época para explicar la razón de su relato principal (la obra trata de diez personas que se aislaron durante diez días y para entretenerse en ese tiempo cada una cuenta un cuento por jornada dando como resultado cien cuentos llenos de humor y situaciones picarescas). La lectura de esta obra literaria es fundamental para el historiador que quiere estudiar epidemias en la Edad Media ya que aunque no se trate de un informe médico explica de manera muy detallada los efectos de la peste en la sociedad y los síntomas de los enfermos. Otras obras literarias que pueden verse como documentos históricos son las escritas por el francés Víctor Hugo (“Los Miserables”) o las novelas realistas del inglés Charles Dickens (“Oliver Twist”, “David Copperfield”) o bien las obras literarias del mexicano Mariano Azuela (“Mala Yerba, “Los de abajo”). Incluso ahora, con la llamada narcoliteratura todas estas novelas y producciones sobre capos del narco podrán en un futuro ayudar al historiador de las mentalidades para darse una idea de la manera en que la sociedad concebía a los narcotraficantes. Porque si bien es cierto que todos sabemos que se trata de delincuentes, la narcoliteratura y los corridos se han encargado de hacerlos héroes o antihéroes populares.
Como señala el historiador italiano Carlo Ginzburg la literatura aunque se trate de narraciones de ficción es una representación de la realidad susceptible de estudio y análisis tanto de historiadores como antropólogos o filósofos porque muestra la visión de la sociedad hacia determinado tema en una época. Así la Historia no solo comparte polisemia con la literatura sino que también puede compartir elementos para investigar, explicar y reflexionar sobre el pasado.