Ante la banalidad que ha representado el concepto “civilización”, desde su nacimiento en la época renacentista hasta nuestros días, han surgido  otros que responden a la necesidad de la naturaleza humana, como lo son el  concepto de lo “popular” y el “folklore”. El experto en estudios culturales Néstor García Canclini señala que ambos conceptos están íntimamente relacionados porque el folklore se ocupa de lo popular cuando sus expresiones se masifican.

A manera de crítica, García Canclini señala que los folkloristas finlandeses buscaban “el rescate como sentimiento melancólico del pasado traído al presente”. Su escuela proponía abandonar el ejercicio teórico y fomentó la catalogación y recolección. Esto ha producido una separación entre la elaboración de productos artesanales y los contextos en que se da su producción, ya sea en sus relaciones sociales y en la vida cotidiana de las comunidades que los fabrica.

Existe una gran industria de artículos artesanales que responden a las necesidades del mercado, donde lo folklórico se vuelve un sistema de reproducción y control social que busca el consumo.

Así, la expresión de lo popular a través de los objetos que una comunidad elabora para sus ritos o vida cotidiana queda descontextualizado al producirse para fines de difusión y lucro, consumo o moda, provocando que lo popular, más allá de ser rescatado, entre en un proceso que lo entremezcla con lo masivo.

Es común, señala García Canclini que muchas de las expresiones del folklor no respondan a las tradiciones sino a políticas “institucionales, educativas o de medios de comunicación”. Aunque la consistencia teórica está por alcanzarse, señala García Canclini, para el estudio de lo popular es posible guiarse por las propuestas de Antonio Gramsci.

Con la globalización se ha demostrado que la estandarización mundial ha llevado a una reacción de muchas culturas locales donde “la masificación no ha logrado abolir las culturas tradicionales”. Esta reacción es para Gramsci lo popular, donde se dan las expresiones que son diferentes a lo hegemónico, pero que muchas veces se desarrollan dentro de llamada cultura industrial, la que se vive en las ciudades y dentro del proceso capitalista.

García Canclini explica que es un enfrentamiento entre quienes poseen los saberes y procesos de producción frente a quienes reorientan masivamente la vida cotidiana, como una lucha constante entre dos fuerzas.

Lo masivo, producto de esta era industrial, responde a una necesidad de atender las demandas de una sociedad con altos niveles de consumo, así no solo la ropa y los alimentos de deben producir en grandes cantidades, sino también todos los productos que también otorguen satisfactores ya no solo materiales sino también emocionales, que atiendan su espacio de ocio y entretenimiento; aquí es donde nace la mal llamada cultura masiva.

Gilberto Giménez sostiene que en esta expresión existe un contraste, porque mientras se asume que la cultura es el conjunto de expresiones humanas que caracteriza a un grupo social, lo masivo se entiende como la acción de estandarizar las expresiones humanas sin distinguir particularidades de grupos, es decir, mientras la primera individualiza, la segunda homogeneiza; mientras la primera tiene particularidades, la segunda generaliza.

Entonces, difícilmente se puede afirmar que exista una cultura de masas, porque desde su origen hay una contradicción en la expresión. Sin embargo, en una sociedad industrial que aspira a producir mercancías en grandes cantidades pensando en un mercado mundial y global, la cultura de masas es una expresión utilizable para señalar todos aquellos productos que intentan venderse como expresiones humanas.

La intención de la cultura de masas, es por lo tanto producir a gran escala productos y expresiones que contribuyan a estandarizar a una sociedad. El propósito esencial de esta cultura es formar una imagen urbana y de clase media. Estas características, en el plano económico, son fundamentales para afianzar el sistema neoliberal que impulsan los grandes corporativos mundiales y los países más poderosos.

Por lo tanto la masificación de la cultura, es en su origen una construcción ideológica que persigue despojar a las sociedades de sus identidades particulares para imponer modelos que uniformen a los grupos sociales y sean estos más susceptibles al consumo.

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