Da asco, sacude y produce coraje, dolor he impotencia como ellos se exhiben y se reparten la culpa.

Si, ellos, esas figuras públicas que los domingos en misa se dan fuertes golpes de pecho y luego salen a la calle, relajados, casi limpios, con la sonrisa a flor de labio y con la mirada en alto, como si nada.

Y recorren las avenidas de las ciudades de este país y desde su lujoso automóvil les sorprende y les da asquito el aspecto del limpiaparabrisas, del señor que vende limones en la esquina, de las indígenas con su crío colgado en la espalda que suplican ayuda y del obrero fachoso que al día se parte en dos para alimentar a su familia.

Si, esos más de 72 millones de pobres que como un enorme lunar  cubren gran parte del territorio mexicano y que están allí, que todos los ven  y que ya forman parte de la decoración.

Son, ellos, como una modelo dispuesta a posar para la fotografía del recuerdo del turista extranjero.

Ellos, son, parte del paisaje de México, un país que ya se arrastra y que solo ofrece diversión como plato del día en los medios de comunicación que exhiben profusamente las fechorías de esas figuras públicas de dudosa reputación y quienes hasta se dan el lujo de buscar que se les capte su mejor ángulo.

Inexplicable, es, lo que por décadas sucede en este país que sigue siendo mío y que ya llegó al límite del descaro, porque una vez más ha sido manchado, denigrado, masacrado por la corrupción, esa palabra que los políticos agarran de la mano y que la aprisionan para que no se suelte.

Tristeza, da, que nuestros políticos insistan en convertirse diariamente en las estrellas de un circo de tres pistas y que despotriquen, que insulten y que se aferren a utilizar palabras en las que nadie cree cuando son sorprendidos infraganti y con las que pretenden lavar su nombre.

Coraje, produce, que muestren una carita de ángel cuando saben que son demonios con colilla roja y puntiaguda.

He impotencia, se siente, cuando se culpan entre si y se desgastan en explicaciones que ni ellos entienden y con las que intentan jugarle el dedo en la boca a un pueblo que no los tolera, que no les tiene confianza, que desea que ya no sean huéspedes de una habitación de hotel de cinco estrellas y si de una prisión con sus cuatro frías paredes.

A este pueblo mexicano que es burlado a diario más veces que una prostituta.

A este país, que está más quemado que un malvavisco que ya huele mal y que lastima cuando llega el contacto con la lengua.

A este México que ya se cansó de la desfachatez de los Granier, de los Bejarano, de los Ahumada, de los Moreira, de los senadores del PAN y alcaldes del PRD que se reparten sin recato los billetes y, de Rosario, cuyo dudoso pasado le da dimensión a la palabra, insulto.

Que ya está harto de que gracias a sus impuestos se subsidien costosos procesos electorales que se promocionan sin descanso y en los que nadie confía, porque se siguen involucrando agraciados militantes de todos los partidos políticos en desfalcos, en pillerías, en delitos que son cotidianos.

¿Por quién votar en las elecciones locales en 14 estados?

Si regalar un sufragio rebota luego en la cara, la lástima, la rasga cuando ellos llegan al lugar que desean.

Por eso la población mexicana está confundida, desanimada, aletargada, sin ánimo de levantar el rostro el día 7 de Julio.

Y es que ellos se dan con todo y del escándalo tratan de sacar ventaja, sin que les importe que los mexicanos reprueben su pésima actuación.

Y luego, se preguntan: ¿Por qué es tan abundante el abstencionismo?

Como si fueran unos escolapios o niños de pañal.

En verdad, asco da. Dan asco.

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