Las recientes manifestaciones y marchas del 2 de octubre, en la que un grupo que se autodenomino “anarquista” hizo destrozos y desquició las calles de la Ciudad de México, son propiciadas por el mismo gobierno, pues la población ya está harta de tanta injusticia.

Apoco no estimado lector, ¿usted no está harto de la corrupción, de los malos manejos y de lo sinvergüenza que son los gobiernos y los políticos?

Hemos llegado ya a los límites de la tolerancia. Como dijo Denise Maerker en una columna, “ni un peso más” para las instituciones ni los gobiernos que solo lucran con nosotros.

Por eso yo estoy muy de acuerdo en que existan marchas, manifestaciones y que la gente le haga sentir al Gobierno su descontento.

No se vale, no se vale que nos hagan esto. Las nuevas reformas de Peña Nieto, aunado a la inseguridad y a los abusos del poder en contra de los mexicanos en los distintos Estados de la república, solo traerán más violencia, más desestabilidad social y económica.

Desde Los Pinos, nos quieren hacer creer que las reformas y los cambios son para mejorar, cuando todo sabemos que el dinero que nos quitarán con los nuevos impuestos, solo se lo robarán. Como siempre lo han hecho y lo seguirán haciendo.

Mientras nos suben los impuestos y el país se cae a pedazos por la falta de empleo, de seguridad y por la falta de crecimiento, el presidente, los gobernadores, los diputados, senadores y la clase rica y empresarial de este país, seguirán ahogándose en los excesos que da el poder y el dinero, mientras el pueblo mexicano seguirá hundiéndose más.

Realmente es asqueroso y repugnante formar parte de este sistema, pues solo está diseñado para joder, para humillar a la gente. Así de claro, como lo oye usted, solo sirve para humillarnos.

Como dice una frase, “Uno ya no hace lo que quiere, si no lo que puede”. En referencia a que los mexicanos vivimos una crisis muy grave en todos los sentidos y realmente hacemos o salimos adelante como podemos.

Estamos atrapados, acorralados como sociedad. Seguramente usted como yo, siente la misma impotencia de no poder hacer nada por cambiar las cosas.