México, D.F.- Como una pequeña joya anclada en el pasado, rodeada de modernos edificios, comercios y vialidades, el Panteón Francés de la Piedad, fundado en el siglo XIX durante el imperio de Maximiliano de Habsburgo, alberga más de nueve mil monumentos de diversos estilos arquitectónicos e iconográficos, que son testimonio de una arquitectura funeraria que tiende a desaparecer.

La arquitecta Ethel Herrera Moreno, de la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos del INAH, realizó una investigación sobre este cementerio que derivó en el libro El Panteón Francés de la Piedad como documento histórico: una visión urbano-arquitectónica (publicado en dos tomos), editado por el Instituto.
El análisis se hizo a la manera de una “población”, dado el tipo de elementos que lo componen: diseño, trazo, calles, glorietas, fuentes, inmuebles de servicio, infraestructura, vegetación, monumentos funerarios y desarrollo “urbano”, desde su creación hasta nuestros días, porque es un panteón que sigue funcionando normalmente.
De manera paralela se realizó una investigación documental, así como trabajo en campo y en gabinete, que incluyó el levantamiento del plano general del recinto y el inventario de las 187 manzanas que lo conforman con  9 mil 298 monumentos funerarios y poco más de 900 baldíos.
Los monumentos varían de acuerdo con su antigüedad, los personajes que reposan en ellos, los autores que los crearon, los materiales con que fueron hechos, estilo arquitectónico, esculturas, simbolismo, epitafios y dimensiones.
En un área de 105 mil metros cuadrados, el  Panteón Francés de la Piedad, que se localiza en avenida Cuauhtémoc  408, en la delegación del mismo nombre, se fundó en 1864 y fue el primero establecido después de las Leyes de Reforma. En 1872 el gobierno del Distrito Federal concedió a Juan Etcharen, presidente del Comité de Beneficencia de la Sociedad Francesa en México, continuar con el establecimiento del citado cementerio.
Inicialmente sólo se enterraban allí franceses, suizos y belgas, pero debido a la buena administración que había, las familias de la alta sociedad mexicana comenzaron a llevar a sus muertos a ese lugar.
En los años treinta del siglo pasado, el Panteón Francés de la Piedad se consideraba el más bello de México y uno de los mejores de América, cuyos monumentos funerarios llamaban la atención por su lujo y buen gusto.
El sitio continuó hasta 1940, cuando fue clausurado porque se encontraba saturado. Para seguir atendiendo las necesidades de sus asociados, la Sociedad Franco, Suiza y Belga de Beneficencia estableció el Panteón Francés de San Joaquín en 1942. En la década de los noventa, se incorporaron ciudadanos mexicanos a la sociedad, por lo que actualmente se llama Sociedad Franco, Mexicana, Suiza y Belga.
El número total de monumentos es de 9 mil 298, de los cuales 565 corresponden al siglo XIX; 4 mil 333 fueron construidos entre 1900 y 1940; y 4 mil 364 son posteriores a esta fecha. Hay desde tumbas sencillas con lápidas de mármol, escalonadas o enrejadas, hasta sepulcros con cabecera tipo pedestal rematada con cruces o esculturas de ángeles.
La especialista añadió que los cementerios tradicionales han ido desapareciendo, en virtud de que la arquitectura funeraria está cambiando por falta de espacio, cambio de ideología y reglamentos, economía e inseguridad.
vmp