La entrega de constancias de mayoría a los candidatos a alcaldes y diputados que resultaron ganadores debe ser el punto preciso para retomar la agenda local, la estatal, y desde luego, lo que pasa en lo nacional y que afecta mucho a Tamaulipas.

De que se trata, pues por lo pronto de denunciar las pillerías de cientos, quizá miles, de directores de escuelas primarias que se fueron en grande cobrando cuotas y aumentando las mismas, e incluso negando calificaciones para obligar a los padres de familia a que contribuyeran “voluntariamente” con las instituciones.

La realidad es que las escuelas parecen pequeños reinos donde la voz de los directores es la cantante, ni siquiera se puede meter con ellos un Secretario de Estado porque lo corren o no le hacen caso, y eso es obvio ya que no se han cambiado las cosas, digo, a menos que también alcancen algo y sean cómplices en ese saqueo a los más pobres.

Así, los directores cobran cuánto les da la gana, lo invierten como les da la gana, y no les importa que con ello le peguen a los más necesitados en la mayor parte de las ocasiones.

Hoy es tiempo de que se haga realidad la reforma educativa y el Estado se convierta en un rector del sistema, que tenga el poder, la voz de mando, que pueda hacer y deshacer en escuelas conforme se cumplan o no se cumplan objetivos, que pueda remover directores o meterlos a la cárcel de ser necesario por estas pillerías.

Esta visto, por ejemplo, que en algunas instituciones se prohíbe la entrada a niños con todo y que sean vecinos de la misma, también que les cierran la puerta a los más pobres como sucedió en la José Vasconcelos el año pasado donde casi se obliga a una niña a cambiarse de escuela porque carecía de recursos para pagar las cuotas.

Con los hechos parece que las autoridades educativas pasan a ser monigotes, simples comparsas de los directores, hombres y mujeres que por evitar problemas prefieren no meterse en las escuelas con tal de no tener problemas con el sindicato, y en el peor de los casos, que les cierren las instituciones.

En realidad la escuela pública, en muchos casos, se ha convertido en un negocio para los maestros que las dirigen, hay primarias que por puras cuotas de inscripción se maman más de dos o tres millones de pesos y nadie sabe dónde van a parar porque no se notan en inversiones en la institución.

Ya sé, saldrán con el clásico cuento de que son los padres de familia los que controlan esas cuotas, los culpables de que el monto sea alto o bajo, pero esas son patrañas y todo mundo lo sabe, además, en nada alivia el descontento social.

Eso es parte de lo pendiente, porque no se vale que un gobierno, como el de Egidio Torre Cantú, invierta más del 50 por ciento del presupuesto en la educación, que hagan todo un esfuerzo por entregar útiles escolares y mochilas a los niños de manera gratuita, que pretendan entregar lap tops o tablets a los alumnos y que todo su esfuerzo se esfume por las transas de algunos maestros o por lo apetitos políticos de otros.

Esa es parte de la agenda pendiente, el resto es darle seguimiento a lo que pase en lo electoral, no caer en el llamado de los falsos profetas, poner orden de inmediato donde haya problemas y sumarse al trabajo.

También debe estar en la agenda la propuesta de hace unos días, que alguien haga las listas de promesas de candidatos ganadores, tanto de los que van a las alcaldías como al Congreso, que las publiquen, y que se les vaya poniendo palomitas o tachas conforme se cumplan o no.

En lo nacional es tiempo de pedir cuentas a nuestros Diputados federales y Senadores, qué, por lo pronto, nos expliquen cuando acabarán con los gasolinazos como lo prometieron en sus campañas.

Será necesario, igualmente, cuestionarles de Pemex, cual es el proyecto, por qué si nunca hablaron de privatizarlo ahora parece que están muy contentos porque así sea.

Las cosas irán bien en la medida que todos nos involucremos, que podamos participar, que seamos capaces de darle vuelta a la hoja electoral para retomar la agenda, para seguir vigilando a todo el gobierno para que haga las cosas bien, también para vigilarnos nosotros mismos para que todo salga mejor.

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