Como muchos mexicanos en este país cada que recibo mi sueldo se me descuenta un porcentaje que va a dar a las cuentas del Sistema de Administración Tributaria, el SAT. Cuando en mis recibos de nómina veo los impuestos que se me cobran por ejercer mi trabajo de manera legal trato de comprender que se merme mi sueldo en beneficio de mi país. Porque se supone que con el pago de impuestos México se sostiene y ese dinero va a la construcción de escuelas, al mantenimiento de hospitales, a programas de asistencia social, a becas estudiantiles o al financiamiento de investigadores.
Sin embargo al ver las noticias y darme cuenta de los excesos en los salarios de los funcionarios, las cantidades exorbitantes de recursos destinados a sus lujos y los malos manejos que se hace del dinero público no puedo dejar de sentir un gran enojo y vergüenza de ver como en México la corrupción se anuncia, se critica y pocas veces se castiga. Todo esto lo digo por la nota que ha trascendido en estos días sobre el caso de los funcionarios de Sedesol en Veracruz que condicionaban los apoyos sociales a cambio de que se apoyara al PRI en las próximas elecciones.
¿Quiero yo que mis impuestos vayan a apoyar campañas electorales de manera ilegal y condicionada? No. ¿Quiero yo que con el dinero que se me descuenta se beneficien determinados sectores políticos que no tienen que ver con la asistencia social? Definitivamente No. Lamentablemente el caso de Sedesol en Veracruz no es el único en el país, este es solo uno de los múltiples casos en los que las personas que están al frente de alguna institución que maneja presupuestos para ayudar a los sectores más necesitados abusen de su autoridad y velen por el interés propio y del partido que los llevó a determinado puesto público.
El problema de la corrupción en México es que aunque se haga público pocas veces se castiga. Así uno puede ver a tantos funcionarios que han sido protagonistas de escándalos y que se les ha culpado de vaciar las cuentas públicas únicamente acusados en los medios pero pocas veces llamados a cuentas en los tribunales. ¿Alguien sabe qué ha pasado con tanto alcalde que dejó muy mal parado a su municipio al finalizar el trienio pasado? ¿Dónde está Arturo Diez Gutiérrez? ¿Por qué seguimos viendo los mismos apellidos, las mismas familias en el poder? ¿Dónde está la democracia? ¿Cuándo los partidos políticos en lugar de proteger a quien tan mala fama les da aplicarán sanciones ejemplares para al menos ganar un poco de credibilidad?
Muchas son las preguntas que los mexicanos podemos hacerle al gobierno, muchos son los malestares que afectan a la vida social del país, muchos son los que no están de acuerdo en cómo se administran los recursos nacionales y sin embargo ¿qué hemos hecho para cambiar el sistema? Roger Bartra ya había hablado de este letargo en el que vive el mexicano en “La jaula de la melancolía” ensayo publicado en los años ochenta y que sin embargo sigue aún muy vigente. Bartra menciona que hace falta que el mexicano se asuma como ciudadano, que dé el gran paso para alcanzar su identidad ya no de dominado sino de ente activo en la política y la historia del país. Pero eso solo sucederá cuando el pueblo abandone el sopor y diga ¡basta!