“El 8 de agosto pasado declaró el Gobernador Central del Banco de México, Dr. Agustín Carstens (http://laregiontam.com.mx/2013/08/08/mexico-crecera-menos-este-anobanxico/) que baja su estimación de crecimiento para la economía mexicana en este año, al dejarla en un rango de entre 2% y 3%”. Cuando México requiere crecer al 6% anual para poder generar al menos 1 millón de empleos que demanda la fuerza de trabajo o la cuota generacional. (NdelA).
“…La cifra es inferior al pronóstico anterior de entre 4% y 3% y se ubica por debajo de la expectativa de 3.1% por parte de la Secretaría de Hacienda. Dijo que la debilidad del sector vivienda ha sido uno de los factores que afectaron el dinamismo del Producto Interno Bruto (PIB) en el segundo trimestre 2013. Al presentar el informe sobre la inflación correspondiente al periodo abril-junio, Carstens destacó que la apreciación del tipo de cambio real hasta mayo también afectó la actividad económica. “El comportamiento horizontal que ha tenido el componente industrial, con cierta tendencia a la baja, sin duda es el factor que más está contribuyendo a la desaceleración de la economía mexicana”, dijo. Agregó que la pérdida de dinamismo que ha registrado la economía mexicana también obedeció a una serie de choques adversos entre los que se encuentra el entorno de bajo crecimiento de la actividad y el comercio mundial. Banxico indicó también que se han incrementado los riesgos a la baja para la economía, entre ellos, la posibilidad de que la demanda externa continúe sin mostrar una recuperación sólida, un ajuste abrupto en las economías emergentes por la descompresión de las primas de riesgo, y un impacto por la crisis europea. Por el contrario, destacó que puede haber efectos positivos por la reactivación del gasto público y los avances en el proceso de reformas estructurales…”
Para entender este pasivo de freno del desarrollo del PIB, nuestro colega economista, Dr. José Luis Calva, del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM (http://federacioncne.mx/wp-content/uploads/2013/02/LIBRO-7-NUEVA-POLÍTICA-DE-INDUSTRIALIZACIÓN-OK.pdf ), reconoce que una historia exitosa de desarrollo industrial fue protagonizada por México durante casi medio siglo: el PIB manufacturero creció a una robusta tasa del 6.7% anual entre 1934 y 1982, presentando un incremento acumulado de 2,105% durante ese lapso. No fue obra del simple accionar de la mano invisible del mercado. Al contrario, la industrialización mexicana se sustentó en una economía de mercado encauzada, regulada y promovida por el Estado a través de múltiples instrumentos de política económica.
<Esa época se le conoce como “El Milagro Mexicano”, con Políticas Públicas de Desarrollo Estabilizador y Sustitución de Importaciones con Fomento a Exportaciones, encabezadas por el brillante economista, Don Antonio Ortiz Mena> (NdelA).
“…En primer lugar, políticas macroeconómicas activas prudentemente manejadas (con excepción de los años setenta y primeros ochenta, cuando se perdió la mesura en las políticas fiscal, monetaria y cambiaria), las cuales permitieron el crecimiento sostenido del PIB y del empleo.
En segundo lugar, políticas de fomento económico general que incluyeron: formación de recursos humanos, construcción de infraestructura, integración de un sistema financiero funcional mediante la creación de la Banca Nacional de Desarrollo y la regulación (NAFIN, FIRA y Bancomext) y supervisión del sistema de banca comercial; desarrollo de un sector energético vinculado a las prioridades de industrialización; y, desde luego, creación del marco legislativo e institucional indispensable para regular el sano funcionamiento de los mercados.
<A diferencia con los gobiernos neoliberales de Salinas de Gortari hasta Calderón, se desmantelaron las instituciones a favor del Campo (FIRA) y de la Industria (NAFIN)> (NdeA).
En tercer lugar, políticas de fomento sectorial para impulsar el desarrollo de sectores y ramas productivas consideradas prioritarias, mediante paquetes de instrumentos promocionales que incluyeron: regulación del comercio exterior, otorgamiento de créditos preferenciales a las actividades prioritarias (a través de la banca nacional de desarrollo, o de la banca comercial mediante cajones de asignación selectiva de créditos con tasas de interés preferenciales fijadas por el Banco de México); subsidios y estímulos a industrias nuevas y necesarias, excenciones fiscales a industrias exportadoras y a inversiones elegibles; sistema de compras de gobierno favorable a la industria mexicana; y asociación gobierno-empresarios, con capital de riesgo, en proyectos industriales específicos.
Ahora bien, estos instrumentos sectoriales de política económica fueron integrados en una estrategia económica de largo plazo cuyo objetivo fundamental fue lograr la industrialización de México a través de la sustitución de importaciones, comenzando por la producción interna de bienes de consumo no duradero, prosiguiendo con la sustitución de importaciones en bienes de consumo duradero y culminando con la producción interna de bienes de capital. Bajo esta estrategia económica, el producto interno bruto de México creció 15.9 veces entre 1934 y 1982, a una tasa media del 6.1% anual.
Mientras tanto, del otro lado del planeta, Japón asombraba a la humanidad con su “Milagro Económico” o salto espectacular del subdesarrollo al desarrollo (véase R. Quintero Romo, “Japón: del subdesarrollo al superdesarrollo”, en J.L. Calva [coord], Modelos de crecimiento económico, Juan Pablos, México, 1995). Y lo logró bajo un régimen de mercado dirigido por un gobierno eficaz, que utilizó prácticamente todos los instrumentos de política económica antes enumerados (excepto la industria energética estatal), además de otros instrumentos de su propia invención: 1) la promoción de conglomerados de empresas, cuyos enlaces horizontales les permitieron desarrollar una sinergia industrial inédita; 2) un sistema de educación, investigación y capacitación directamente vinculado a los requerimientos de la industrialización; y 3) su legendaria oficina de planeación estratégica y promoción industrial: el Ministerio de Industria y Comercio Internacional (MITI), cuya tarea dual consistió en identificar las áreas industriales de avanzado desarrollo tecnológico que debían impulsarse y en movilizar el capital y los recursos humanos calificados hacia las prioridades estratégicas. Después del Japón, Corea del Sur y Taiwán, que hoy descuellan entre los países de nueva industrialización (NICs), iniciaron sus procesos de desarrollo, que les permitieron cruzar la franja que separa a los países subdesarrollados de los países de altos ingresos, desplegando estrategias de industrialización e instrumentos sectoriales de política económica que, no obstante sus particularidades nacionales, son del mismo género que la previamente instrumentada por su exitoso vecino. Como ha concluido un brillante investigador…”
Jesús Alberto Cano Vélez, Presidente de la Federación CNE, comentó en su reciente artículo del 22 de julio 2013 (http://www.colegionacionaldeeconomistas.org/importante-expeditar-reformas-economicas-pendientes-ante-la-desaceleracion-economica-mundial/), que el Banco de México ratificó recientemente la importante tendencia a la desaceleración económica, que acusó la economía mexicana en el primer trimestre del año en curso, por la menor demanda externa y la debilidad del mercado interno. (Situación ratificada en este segundo trimestre, NdelA).
Comenta cano Vélez que “… obviamente ese cuadro doméstico está muy relacionado con las tendencias de los mercados internacionales, dada la extrema apertura de nuestra economía con los efectos especialmente de la economía norteamericana, nuestro socio principal, las demás economías, como las europeas, las diversas asiáticas; y ahora, también la China, segunda economía mundial. No hemos podido sustraernos de la poderosa influencia de las economías externas, especialmente la norteamericana en el comportamiento macroeconómico de México; pero sigue habiendo fundadas expectativas en que pronto se den las reformas económicas que los principales partidos políticos perfilaron en el Pacto por México y en que, con esa nueva constelación de factores, el país podrá ganar relevantes grados de autonomía económica de las variables externas que nos sujetan. En el proyecto de cambios de política económica, faltan los que muchos economistas consideran las políticas más importantes para lograr ese fin: (1) la reforma financiera; (2) la reforma energética; y (3) la reforma hacendaria. En estos momentos todos comparten la creciente tendencia al desempleo –unos más y otros menos– con su corolario del mercado informal, que también está presente en México, y es elemento causal de la pobreza que está creciendo en el país y otras naciones en desarrollo. Informa el INEGI que el ingreso familiar en México se estancó en el nivel alcanzado en 2008, antes del inicio de la última crisis económica mundial, cuando alcanzaba para comprar más; y que el país no ha logrado reducir los niveles de desigualdad en los ingresos que se registraban en ese año…”
“…Es innegable que la desaceleración de la economía mexicana que comenzó en el segundo semestre de 2012 –último año de la administración anterior– se acentuó en el segundo trimestre de este año, de ahí que los riesgos a la baja de la economía mexicana se han elevado, llevando el pronóstico del crecimiento del PIB para el año, entre 2.9% y 3.5%. Ahora, después de dos sexenios sin política industrial, sujetándose el sector a medidas unilaterales, la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin) y la Cámara Nacional de la Industrial de la Transformación (Canacintra), se manifestaron en contra de las políticas que desmantelen el sector fabril de México, como aperturas comerciales indiscriminadas, a manera de lo que ocurrió en los años pasados, por lo que urgieron una política industrial generadora de empleos, con apoyo para promover el sector industrial de México…” (Fin de las tres notas citadas).
Podemos concluir, después de repasar los comentarios de expertos economistas, como Agustín Carstens, José Luis Calva y Jesús A. Cano, que lo que más urge a México, no solo son llevar a cabo las Reformas Estructurales, yo afirmaría que esto es solo parte del problema, por lo que se requiere resaltar que lo que nuestro país necesita, es un cambio sustancial, pero del modelo económico neoliberal, aquí es donde se fundan las raíces del freno a nuestro desarrollo.
Un país que desde la década de los años 70´s perdió su ritmo de crecimiento acumulado superior del 6% anual, que ya no genera los empleos que su población demanda, que produce una pobreza estructural de más del 45.5% de su población y pobreza extrema del 10%. Entre otros grandes pasivos como lo es el alto índice de inseguridad, requiere sin duda cambiar su modelo-desarrollo.
Gonzalo Hernández Licona, secretario ejecutivo del CONEVAL explicó que en dos años, la población en situación de pobreza creció de 52 millones 813 mil personas a 53 millones 349 mil personas. En cuanto a la pobreza extrema, donde la población tiene tres o más carencias sociales como salud, alimentación, educación, vivienda o servicios básicos, el resultado indica que hubo una ligera disminución de 11.3 por ciento a 9.8 por ciento (2010-2012). http://www.excelsior.com.mx/nacional/2013/07/29/911100
Por todo lo citado, a México le urgen las reformas estructurales, modificar el modelo de desarrollo e impulsar nuevamente políticas industriales tendientes a reducir importaciones e incrementar exportaciones, sin descuidar al sector maquilador. Se requieren reformar estás políticas públicas, que con seguridad modificarán algunas de las condiciones actuales del TLCAN, que frena a la industria y al campo mexicanos. No despertemos al México Bronco, si continúa la violencia, inseguridad, desempleo, pobreza y la injusta distribución, donde cada día son menos mexicanos mucho más ricos en contra de los pobres, mucho más pobres. Vamos por la Cruzada Industrial…