El próximo domingo 7 de abril inicia el horario de verano en casi todo el país, excepto en algunas ciudades fronterizas. Por lo cual estaremos obligados a adelantar una hora nuestro reloj.

Desde el año 1996, durante el periodo de Ernesto Zedillo, se implemento esta medida de cambiar el horario, del periodo del primer domingo de abril y el último domingo de octubre.

La Secretaría de Energía, argumenta que aplicar el cambio de horario representa un ahorro de millones de pesos en el sector energético pues se ahorra petróleo para la creación de energía y también dicen que ayudamos a no empeorar las condiciones de la atmosfera.

Pero habría que cuestionar, ¿En realidad nos trae algún beneficio adelantar y atrasar el reloj cada seis meses?

Creo que no, puesto que este “remedio” de modificar las horas, solo altera nuestros procesos del sueño, nos produce estrés e incluso en ocasiones puede provocar problemas graves en la salud.

Es un atentado contra la naturaleza humana, contra nuestro reloj biológico, contra la niñez mexicana que le quitaran una hora de sueño, vital en el desarrollo de los pequeños.

No nos ayuda en lo absoluto, ni en la salud ni en lo económico. Por el contrario, los recibos de luz merman la economía de las familias por los altos cobros.

Nos enfrentamos a una medida esclavista, impuesta por el gobierno y por la clase empresarial que condena a la clase media-baja, a los obreros y a los trabajadores informales, a vivir jornadas miserables de sol.

Es totalmente irresponsable e insensible que la medida de cambiar el horario cada medio año, no se revise y analice para modificarla, eso es lo que debieran hacer el Presidente, los senadores y los diputados.

Debería de establecerse un horario fijo para todo el año, donde no se nos perjudique con trastornos mentales, físicos y muy perjudiciales para los ciudadanos.

El asfalto y su soledad nocturna

Después de las 10:00 de la noche, las calles de Victoria, son testigo de escenas de autentica película de terror. Colonias y cuadras vacías,  calles obscuras donde lo único que se oye son los ladridos de los perros.

En ocasiones, hasta es difícil conciliar el sueño. Es tal lo taciturno que pareciera que por obra de magia la noche apacigua y silencia a la ciudad.

Es un fenómeno para analizarse. Todos sabemos cuál es la verdadera causa. Pero sería interesante ahondar más en el tema, conocer más psicológicamente qué le provoca al cerebro humano, estar tan en silencio por las noches ¿no lo creen…?

Mientras tanto, el asfalto y su soledad nocturna seguirán vigentes en las calles victorenses.