La microbiota es una combinación de microorganismos que se clasifican según su actividad en comensales, mutualistas y patógenos y que está presente en las mucosas y en la piel. A este ecosistema propio de cada persona también se le conoce como microbioma e incluye no solo a los microorganismos sino también a las condiciones en que estos cohabitan

Cuando se desajusta el equilibrio natural, o simbiosis, entre las especies que habitan la microbiota se produce la conocida disbiosis, que puede comprometer el normal funcionamiento del organismo y que puede reequilibrarse con probióticos como los que contienen los productos de Profaes.

Microbiota y probióticos

Según la OMS los probióticos son “microorganismos vivos que cuando son administrados en cantidad adecuada confieren un efecto beneficioso sobre la salud del huésped”.

Por huésped se entiende el organismo que aloja a la microbiota y, por lo general, se asocia con el aparato digestivo, pero no hay que olvidar que esta se encuentra en otros órganos los cuales pueden sufrir alteraciones si su microbiota se desequilibra.

Microbiota vaginal

La microbiota vaginal de una mujer sana está compuesta por bacterias y hongos donde predominan los lactobacilos. Este conjunto no es estable ni igual en cada persona, ya que está comprometida por factores de diverso origen que van desde la etnia hasta la higiene más básica pasando por la dieta o el consumo de determinadas sustancias nocivas como por ejemplo el tabaco.

Además, esta microbiota también puede estar comprometida por su cercanía con el ano que en ocasiones puede derivar bacterias intestinales hacia ella provocando la alteración de su composición.

Cuando se produce una disbiosis vaginal por la disminución de la presencia de lactobacilos se crea el entorno perfecto para que patógenos y otros elementos oportunista crezcan en demasía provocando alteraciones en el sistema genitourinario femenino.

Los síntomas de que se haya producido este desajuste dependen del tipo de patógeno que haya colonizado la microbiota vaginal, pero los más frecuentes en la mayoría de los casos son un exudado anormal, bien por su cantidad, aspecto u olor,  y un escozor o prurito continuo.

El diagnóstico clínico se realiza con estudios moleculares y cultivos, que conllevan la toma de muestras y su análisis minucioso bajo el microscopio u otros instrumentos, y cuyos resultados  arrojarán la causa concluyente de la disbiosis. En función de esta, el médico pautará el tratamiento farmacológico adecuado y de ser necesario la inclusión de productos compuestos por probióticos específicos, ricos en lactobacilos, que ayuden a recuperar la flora vaginal.

La mejor manera de cuidar de la microbiota vaginal y, por tanto, de la salud íntima femenina, es la prevención. Una correcta higiene con jabones o geles adecuados, el uso preferente de prendas de algodón, el imprescindible cambio de compresas o tampones aunque no se haya sangrado mucho, la utilización de preservativos durante las relaciones sexuales; y otras pautas que responden al cuidado de la dieta y del estilo de vida son, junto a los probióticos, la mejores armas de profilaxis.