El día no comienza hasta que te has tomado un café por la mañana. Es turutina sagrada, tu ritual y sin él no eres persona durante el resto del día. La escena se repite con frecuencia en los hogares españoles: nos despertamos y lo único que tenemos en mente es el aroma de los granos tostados, nos levantamos y allá que vamos, directos a la cocina, a por nuestro café.

Lo mejor de todo es que ni siquiera tenemos que sentirnos culpables por seguir este hábito diario: cada vez más estudios científicos recuerdan sus ya más que evidentes beneficios para la salud. Entre las enfermedades que esta bebida mitiga se encuentran las cardiovasculares, las neurológicas, la diabetes tipo 2 y la depresión. Sin ir más lejos, un estudio reciente encabezado por científicos de la Organización Mundial de la Salud sugiere que beber tres o más al día reduce la mortalidad prematura en un 18% en hombres y 8% en mujeres.

El café, incluso el descafeinado, estimula la producción de ácido, el cual, en ausencia de comida, puede dañar al estómago

Sin embargo, cada vez más médicos aseguran que debemos cambiar nuestro ritual mañanero. Y no por el café en sí, sino por el hecho de beberlo con el estómago vacío. Muchas veces, con las prisas, salimos de casa escopetados para no llegar tarde al trabajo y lo único que nos da tiempo a tomar en esas primeras horas del día es una o dos tazas de café rápidas. Para empezar, no es lo más recomendable porque puede afectar a tu sistema digestivo. El café acelerará la producción de ácido en el estómago y, si todavía no has comido nada, este podría dañar el revestimiento del estómago y causar indigestión o acidez estomacal.

 

Hay gente que no sale ni de la cama. (iStock)

Hay gente que no sale ni de la cama. (iStock)