Cascada transparente que devuelve el agua, metida entre la gente, alma que rebota y sale. El ciprés hace su casa debajo de una montaña, se acuesta de mañana y se levanta por la tarde.

Es sombra la tierra. La costa se nota en los ojos de las personas que pasan por debajo de su lengua, que hacen contraseñas obscenas y se inventan

Es mediodía, o medio caer de un edificio, se solidarizan las palomas, el presagio, espacio infinito que va hasta el cielo y vuelve con la mirada a pesar de nosotros que no queremos saber nada, sino perdernos y hasta pronto, nos vemos, se acercan los silencios de las calles.

En el trópico aletean las puertas, golpetean como alas despiertas, párpados esquivos sin miradas, sin rostros que ordeñen una vaca, que saquen el jugo natural de ir yendo por la casa y volver, retornar a esa gloria definitiva en la plaza.

Es casa la banca, la piedra, el orificio donde se guarda, es casa la cosa, el pellejo, la cena, la podrida sombra de la noche.

Es coche, estancia, recoveco, mingitorio, espanto, corredero de aldabas, pasamanos sin escaleras que prudentemente sin hablar van al infierno. Es infierno esta mano zurda, es otoño, es febrero. Es recurso de dedo, pulso de ecos, nastuerzo de sueños.

Afuera son iglesia, recuerdos hincados, rueguen por nosotros a la hora de nuestra hora, se va cayendo el espacio, el cielo es un vidrio en el suelo. Reza por nosotros, ve al baño por nosotros, recoge la basura por nosotros, mete a pusilánime por nosotros, no beses por nosotros.

Qué tarde es esta tarde, qué memoria sin juicio, que ganas de recorrer las palabras como trenes, qué jodidos estamos. En una de esas se quedó aguardada la voz quejumbrosa, desplegada, aguardentosa en la mesa.

En el olvido, en la conciliación del agua, la cisterna se hace ojo de hormiga, contenedor agujereado, roto en las esquinas, pegado en una balsa arrastrada por el desierto.

Escasea el agua en las tuberías que se pudren de sed. Señoras asomadas al pie, a los ojos de agua, a los pedazos de papel crepé, a los mitos que se dijeron sin lágrimas cuando sobraba el tiempo y los veneros venían a buscarnos a las casas y nos inundaban los parques del cuerpo, el alma.

En la sombra se ha construido una botella al revés, un meticuloso aluminio encajado en la pared, arrastrada, avasallada por el suelo. Se destierra el humus. Eco ido, torcido por los dedos de los dioses ajenos.

Sombra de sombra seca y lisa, resbaladiza. Se hace tarde. Y aun no escojo la gente que me acompaña solitaria con sus foros de herrumbre, en su gaveta, en su entuerta costumbre de creer que existe, creer que es verídica la versión siniestra de escuchar voces, palpar, creer, saber, guardar los fantasmas, las apariciones milagrosas de la gente.

HASTA ENTONCES