Por: Alberto de la Fuente Moreno.

TULA, TAM.-

El municipio de Tula tiene fama de vender el mejor ladrillo artesanal en todo Tamaulipas, su ubicación geográfica y el tipo de terreno -tierra amarilla y arcillosa- ayudan para que quienes se dedican a este oficio fortalezcan su destreza y su producto sea calificado como el mejor de esta región.

La fábrica de ladrillo artesanal esta ubicada en una gran extensión en uno de los barrios de Tula, en donde «Don Chilo», con 83 años a de edad, afirma que desde que tenía 17 esta ha sido su actividad y su fuente de trabajo, con la que ha sacado adelante a su familia, nos platica orgulloso de lo que hace.

La melancolía lo invade cuando afirma que en los últimos años ya por su edad no puede trabajar, pero sigue conservando la fuente de trabajo para todo aquel que necesita ganarse unos pesos, «aquí vienen y algunos ni me avisan, ya cuando los veo es porque ya tienen tantos ladrillos hechos y yo se los pago, hay campo de acción para los que quieren ganarse y saben el oficio», todos nos conocemos y nos echamos la mano.

Cuando le preguntamos en que consiste que los constructores tienen muy buen impresión y consideran que el ladrillo tulteco es de muy buena calidad afirma: «Aquí hay muchos ladrilleros, hay de todo, pero el secreto esta en la elaboración, hay que buscar la mejor tierra, seleccionarla, cribarla, después de trabajarlo en los moldes hay que darle su secado, para que se queme bien hay que dejarlo bien seco».

«Así después de moldearlo, se recoge de los tendidos, tiene que haber buen sol para que seque completamente, se amona, ya cuando esta bien seco, esperamos completar la cantidad requerida para prender horno donde la caben 16 mil piezas para darle la cocción requerida en donde permanece con lumbre un día y una noche», tiene que estar bien seco es uno de los secretos, afirma.

Todo un proceso afirma, «una vez que esta cocido, hay que esperar que se enfríe el producto, al menos tres días, para poderlo apilar y ponerlo al público, que viene de todas partes a comprarnos», afirma orgullosos don Chilo.
Con su vista perdida en los tendidos de ladrillo en casi una manzana completa, deja volar su imaginación y se remonta en sus años mozos, «en aquellos años, nos pagaban a tres cincuenta el ciento, ahora se paga a 60 pesos el ciento, pero hay gente que viene y hace 700 u 800 para las once de la mañana», hay personas muy buena para este oficio, afirma.

Cuando le preguntamos que si alguno de sus hijos a seguido la tradición explica: «Este trabajo es muy duro, no es blandito, solo para traer la tierra hay que hecharle palas y palas en un camión hasta llenarlo, llenar los moldes hay que andar a la carrera, el molde va corriendo, todo es muy rápido, pero eso si para las once de la mañana ya termino la jornada», no cualquiera le entra, afirma don Chilo, señalando los lugares en donde se elabora el ladrillo.

Sobre si es un fuente de trabajo en donde dependen familias, explica, «Tengo cuatro trabajadores, no es un trabajo, que digamos que tienen que venir todos los días conmigo, ellos trabajan tres o cuatro días, cuando, les apura, porque también siembran y se van a lo suyo, primero atienden sus asuntos, pero aquí hay trabajo para el que quiera venir y ganarse unos pesos».

Recuerda los buenos tiempos en que muchas construcciones se utilizaba ladrillo, «aquí en donde estamos, en los años 70 al 80 trabajábamos hasta de noche, teníamos un compromiso con una empresa que se dedicaba a construir escuelas, -CAPFCE-nuestro ladrillo se lo llevaban hasta matamoros y toda la frontera».

Aunque añora los buenos tiempos afirma que la tradición ladrillera de esta región tiende a desaparecer, pues los jóvenes ya no quieren trabajar en esto, porque el trabajo es duro y por las muchas ayudas del gobierno, comentó con cierta melancolía ya para terminar la platica Don Isidro, quien atento supervisa y cuenta los ladrillos de un ocasional cliente.