En la discusión del presupuesto de los Estados Unidos, los republicanos han paralizado “las actividades no prioritarias del gobierno” esto significa que mientras no haya acuerdo y aprobación presupuestal todos los museos, bibliotecas y espacios culturales y científicos -incluida la NASA- que el gobierno federal norteamericano administra, estarán cerrados.
Hace algunos días el jefe de gobierno capitalino Miguel Mancera dio a conocer en conferencia de prensa de manera cortante e indiferente que la Feria Internacional del Libro del Zócalo a realizarse del 11 al 20 de octubre se iba a posponer, porque estaba el centro de acopio por los desastres de Ingrid y Manuel.
Estos dos hechos ajenos aparentemente entre sí, distantes el uno de otro, reflejan la indiferencia de Estado por los asuntos culturales. Por un lado está en el caso estadounidense la poca importancia que los republicanos y específicamente la derecha extrema tienen por el desarrollo y difusión del conocimiento, la difusión de la cultura y el desarrollo de las artes, para ellos, simplemente no es prioritario.
Aunque muchas personas podríamos tener la percepción que los norteamericanos son personas incultas y superfluas, que es política de Estado no realizar inversiones en la difusión de la cultura; también es cierto, que ningún país y sobre todo el más poderoso del mundo puede desdeñar la actividad cultural y científica como su fuerza identitaria e incluso de poder, donde descansa su memoria y su razón de existir.
Por eso, aunque no existen instituciones para la difusión y promoción de la cultura originadas en una política de Estado, también es cierto que el gobierno construye y sostiene grandes, suntuosos y costosos espacios donde concentra sus acervos, muestra su historia y promueve el conocimiento artístico y científico que le otorga el sentido de orgullo al imperio norteamericano.
La contradicción manifiesta es que a pesar de que estos espacios son los difusores y custodios de la memoria, se consideran por su naturaleza cultural como no prioritarios para el funcionamiento del Estado; los cuales seguirán cerrados mientras la ultraderecha republicana tenga secuestrado el Congreso con su premisa fundamentalista de que el Estado debe reducirse a su mínima expresión.
Por el otro lado está el asunto de gobierno del Distrito Federal, donde Miguel Mancera -quien tal vez por su naturaleza policiaca tenga poco apego a los libros- ordenó, presionado por “su vecino de al lado” que tampoco se le da el asunto de la lectura, a postergar la Feria Internacional del Libro, ambos apoyados por un sin número de empresas que están participando en el acopio de víveres (entre las más destacadas están Televisa, Grupo imagen, Soriana, etcétera, cuya vocación es incitar al consumo y la alienación).
El discurso fue, que dada la emergencia, había que dejar a un lado lo que no fuera prioritario en esos momentos, así no había lugar ni para los libros ni actividades culturales. Cerca de 200 casas editoriales y 206 escritores invitados, fueron notificados a pocos días de la inauguración, que no habría feria por la emergencia; sin embargo, el gobierno de Guerrero –uno de los estados más afectados- no suspendió dos encuentros literarios: la Feria del Libro de Acapulco, que se realizará del 15 al 19 de octubre, y el Festival del libro y la Palabra “Acapulco en su tinta”, del 23 al 29 de octubre.
Paloma Sáiz, la coordinadora del programa literario y enlace con editores dijo que hay poca sensibilidad en lo que es la cultura y su importancia en estos momentos: “Sin menospreciar para nada que el zócalo era un centro de acopio, podíamos convivir con él o se podía ir a Santo Domingo; no es una cosa por la otra; sin embargo en estos momentos para el gobierno del Distrito Federal sería muy importante hacer esta feria del libro justo en el Zócalo”.
Ante la decisión desafortunada del gobierno capitalino el escritor Fabrizio Mejía invitó al público a ‘tomar simbólicamente el Zócalo’, a partir de las 12:00 horas. Mediante su cuenta de Twitter convocó a «lectores, escritores, editores y no encapuchados» a intercambiar libros, dejarlos en la calle o dárselos a los policías que realizan un cerco policiaco desde el 13 de septiembre.
Finalmente Mancera declaró dos días antes de la apertura programada para este viernes, que este fin de semana el Centro Histórico regresará a la normalidad, “pues luego de platicar con autoridades federales, se determinó compactar el centro de acopio y retirar las vallas que aún quedan en esta zona. Como parte de las acciones necesarias para permitir la instalación de una Feria de Libro de talla internacional en la plancha del Zócalo”.
Este sin duda fue un triunfo para la difusión cultural, esperamos que también lo sea para el caso del gobierno norteamericano.
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