De unos años para acá, los derechos humanos han resurgido en el entorno social de México.

Ya se extinguieron aquellos tiempos en los años cincuenta y sesentas, donde el gobierno de López Mateos y Díaz Ordaz reprimía cualquier tipo de expresión en contra de sus políticas de Estado

Hoy, según estadísticas del INEGI, la población siente de alguna forma, cierto respaldo por parte de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

Si bien a la CNDH se le ha cuestionado por ser un “elefante blanco”, esta dependencia está más viva que nunca, aún  cuando se le acusa de ser ineficaz y de no tener las facultades para castigar a quienes violan los derechos de los ciudadanos.

Debido a esta “resurrección” que han tenido los derechos humanos en México y en todo el mundo, las expresiones sociales y populares se han agudizado.

En forma de manifestaciones, marchas, bloqueos, y lo más nuevo, los grupos de autodefensa en Guerrero y en otras entidades del sur del país.

Estas  muestras de repudio por parte de los ciudadanos, han ido a la alza, no solo por el numero de manifestaciones y bloqueos, sino porque cada vez se expresan de manera más violenta y cometiendo actos de vandalismo que generan daños económicos elevados.

Un ejemplo de esto, fue el 1 de diciembre del 2012 en el centro histórico de la Ciudad de México. Pues mientras Peña Nieto tomaba protesta a su gabinete y daba su primer mensaje como Presidente, manifestantes atacaron con palos y piedras bancos, hoteles y restaurantes, dejando una pérdida para el comercio de 215 millones de pesos. Las agresiones  de  la  CNTE magisterial hacia  la infraestructura urbana, son también visibles.

Y un suceso reciente, la toma de la Rectoría en la UNAM por parte de estudiantes encapuchados que ocasionaron destrozos en las instalaciones.

¿Hasta qué punto, el gobierno va a permitir que se sigan presentando esta toma de calles, de carreteras y de tratar de generar violencia e inestabilidad social, con el pretexto de “manifestarse”?

Se deben tomar medidas pertinentes para evitar que las manifestaciones y las marchas,  se sigan traduciendo en violencia y confrontación. Debe caber el dialogo y la prudencia  de ambas partes.

No se trata de reprimir a los que se manifiestan, sino de establecer acuerdos para que estas formas de expresarse, cerrando carreteras y generando pánico en las calles, se resuelvan a través de mesas de discusión y no en las calles a golpes y empujones.

Si el gobierno permite que se sigan cometiendo abusos por parte de estas organizaciones  que buscan desestabilizar al país por medio de las manifestaciones, después va a ser demasiado tarde y tendrán que enfrentar las consecuencias.

Pero también se impone la necesidad de  que esos grupos  sociales sean escuchados. Ese  es el gran reto  del gobierno de Peña Nieto: conciliar  esos dos Méxicos…el país  bonito de Televisa…y la nación  de afuera, la del hambre  y  la violencia.