Todos pasamos por la adolescencia, esos años en los que las hormonas, la identidad y la manera de ver el mundo cambian drásticamente de un momento a otro en la transición de la niñez a la juventud. Algunos dicen que es la edad difícil porque los chicos llegan a ser rebeldes, porque es la edad en la que se quiere salir de casa, en la que a veces la compañía de los amigos se desea más que la de la propia familia. Muchos critican a los adolescentes o bien quiere verse y hablar como ellos para tratar de venderles libros, programas de televisión, ropa ó ideas sobre la vida pero pocas veces se les da la oportunidad de expresarse y decir lo que piensan.
Hace un par de semanas me encontré con el libro “Horizontales y verticales. Adolescentes en México” de León Muñoz Santini editado por Conaculta en la colección Alas y Raíces, el cual –como el título lo indica- trata de hacer un mapa desde lo horizontal geográficamente a lo vertical de la situación socioeconómica de los adolescentes del país. Para realizar este libro el autor viajó desde Tijuana hasta Campeche para fotografiar los rostros de chicos y chicas de varias secundarias, preparatorias y correccionales. También hizo entrevistas con preguntas cortas (pero significativas) cuyas respuestas nos dan mucho qué analizar sobre lo que piensan los adolescentes sobre el mundo y sobre México.
Y he aquí lo interesante y lo notable del libro: el balance que hace de las impresiones, el pensamiento y los anhelos de los chicos que crecieron en un sexenio marcado por la violencia y la inseguridad. A ellos les tocó un país con una guerra que fragmentó su infancia y que continúa en su adolescencia, una guerra que no tiene para cuando acabar y que sin duda ha sido un factor importantísimo para definir su visión sobre la vida. En Tamaulipas los entrevistados fueron de los municipios de Palmillas, Tampico y San Fernando, cabe destacar que sus respuestas revelan que son chicos conscientes y preocupados por su país, que desearían que las cosas fueran diferentes y que pese a lo adversa que pueda ser la vida en un lugar en el que la muerte está a la vuelta de la esquina, su casa, su escuela o su propia vida todavía muestran optimismo porque las cosas cambien.
A un chico 14 años de San Fernando le preguntaron “¿Cómo describirías el mundo que te rodea?” a lo que respondió “Hay mucha delincuencia, demasiada, y hay otros seres humanos que tienen mucha paz y mucha seguridad.” A una chica de la misma edad, también de San Fernando le preguntaron “¿Cuándo te sientes frágil?” y ella respondió “Cuando hay violencia y no puedo hacer nada. Es un problema que tengo cerca porque muy seguido pasa. Hay personas así conocidas que están involucradas.” En lo particular, la respuesta que más me impresionó de los entrevistados de Tamaulipas fue la que dio una chica de 18 años de Tampico: “¿Cómo describirías el mundo que te rodea?” ella dijo “Muy mal. En todos lados ya se ve la violencia. Varias de mis amigas han desaparecido. Dos ya aparecieron muertas. A casi todas las personas se nos ha privado de la libertad por nuestra propia seguridad.”
Las estadísticas pueden medir en números los resultados fatídicos de la guerra que inició Felipe Calderón contra la delincuencia organizada, hay cifras que nos dicen el número de muertos, desaparecidos y secuestrados en los últimos 6 años, pero lo que no se puede medir en datos cuantitativos es cómo la inseguridad ha afectado la vida cotidiana de la sociedad civil. Dentro de las entrevistas hay chicos de Ciudad Juárez que dicen que casi no salen, que su vida social está en internet, o como crudamente dice un chico de 14 de años de Tijuana “[El mundo] Es una mierda total, algo podrido porque el mundo está muy mal de hecho. […] Yo tengo una frase: aquí en México tienes que chingar y rechingarte para ser alguien, viendo para arriba porque viendo para abajo tienes que chingarte a alguien.”
¿Qué programa de gobierno, qué autoridad, qué estadística podrá definir el impacto de estas respuestas? Los actuales adolescentes de México son los niños que crecieron en el sexenio de la guerra contra el narcotráfico, los que viven en un diario estado de contingencia, los que conviven con una realidad violenta y la esperanza que quizá algún día, en algún momento la paz y la seguridad regrese. Por ello es que voltear a ver y escuchar a los adolescentes de hoy es tan importante, porque en ellos no solo está el futuro de nuestro país, sino también los deseos genuinos de mejorar la situación de México.