Según la forma familiar patriarcal el hombre es la cabeza de la familia, el que se asigna para dirigir y encargarse de los asuntos políticos, sociales y de trascendencia fuera de casa. Es el que provee y el que tiene mayor peso en la jerarquía familiar. La forma tradicional indica que la mujer es la que se encarga de la familia, de la educación de los hijos, de todas esas ‘tareas menores’ en las que el hombre no puede ocuparse ya que sus labores son fuera del hogar. El patriarcado se identifica con el machismo porque en esta forma de organización el papel del hombre tiene mucho más poder y valor que la mujer.

Actualmente los paradigmas han ido cambiando, la mujer poco a poco ha ganado lugar en la sociedad y aunque México sea un país machista lo cierto es que la mujer ahora es una de las principales fuerzas motoras de la economía familiar. Sin embargo la idea de que la mujer es la que ‘debe’ ocuparse del hogar no cambia y hasta se materializa en una representación institucional: el sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF).

Por lo general y casi por tradición las esposas de los alcaldes, gobernadores y presidentes de nuestro país se quedan ‘a cargo’ del DIF convirtiendo el paradigma del patriarcado y el machismo en cargo gubernamental. De lo simbólico se pasa a lo institucional y mientras el hombre se encarga de lo político, lo económico y lo diplomático la mujer se queda con ‘las tareas blandas’ como la gran madre que vela porque las familias estén unidas, vivan felices e integradas. Tan estereotipado ha sido el puesto de quien preside el DIF que cuando Josefina Vázquez Mota contendía para la presidencia más de uno hacía bromas con respecto a que su esposo se quedaría en el DIF y hasta me tocó escuchar que a algunos les parecía inaudito tal panorama ¿a qué se podía entonces dedicar el esposo consorte? La polémica se desató cuando Angélica Rivera asumió el cargo nacional de dicha institución y muchos no consideraron que estuviera a la altura moral ni con la capacidad de tomar el puesto.

Sobre este último punto resulta interesante que la gente cuestionara la capacidad de alguien para ocupar un cargo como éste, sobre todo porque en una sociedad como la nuestra este tipo de puestos normalmente no se someten a la opinión pública y tal pareciera que toda mujer solo por ser la consorte del gobernante en cuestión tiene la capacidad de ejercer un puesto público.

México está atravesando una crisis social grave, en los últimos años los índices de violencia y criminalidad se han disparado tanto que ciudades consideradas tranquilas ahora figuran en las listas de las más peligrosas del mundo. Dentro de las filas del crimen organizado hay cada vez  más jóvenes que provienen de familias desintegradas, donde la pobreza o la necesidad de suplir artículos de moda, celulares o droga hacen que a los chicos se les haga fácil delinquir. Entonces, ¿dónde está el éxito de los programas de fomento de valores y de integración familiar que se llevan a cabo de manera permanente? ¿Son tangibles los resultados de los sistemas DIF a nivel nacional y local?

Considero que todo organismo gubernamental es importante porque conlleva funciones públicas y sociales. También creo que se debe prestar especial atención a quien preside o dirige todas y cada una de las dependencias gubernamentales; ya que un lazo matrimonial o un convencionalismo social de género no garantiza la eficacia en el rendimiento de una persona en un puesto público. Asimismo deberían cambiar los paradigmas y los estereotipos sobre el rol de la mujer y el hombre en su papel institucional y sobre los puestos que pueden o no ocupar, sería entonces cuando a nivel público, político, social y mental se estaría construyendo el camino hacia la equidad de género.