Conocí sus historias en mis libros de español de la primaria, nunca me atrapó y leer esas lecciones me provocaba particularmente flojera; sus relatos no me parecían atractivos sino bastante aburridos al igual que sus ilustraciones.
A pesar de que tenía por costumbre beberme las lecciones antes de que tocara repasarlas en clase, las extrañas historias de “El Principito” siempre me las brincaba y cuando teníamos que leerlas en clase sólo las masticaba con indiferencia. Me parecía un personaje excéntrico y bastante pesado por estar siempre filosofando.
Muchos años después, estando ya en la universidad, un amigo que sabía de mi afección por la lectura me regalo varios libros, entre los cuales venía “El Principito”, sonreí por volvernos a encontrar y recordarme un pedacito de mi infancia, lo leí en una sentada.
Enmudecí cuando terminé de leerlo, no sólo por la carga metafórica del texto sino también por su final estremecedor, lo primero que pensé fue que no era un libro infantil, porque después de presentar a través del recorrido de varios mundos todos los defectos de la humanidad lo único que le queda al personaje es elegir un trágico fin.
En alguna ocasión escuché decir a una poeta que impartía un curso de escritura que el libro era muy bello y que los adultos deberíamos regresar a él cuando necesitáramos sentirnos nuevamente niños, lo decía con tal vehemencia que me atreví a decirle que me parecía que eso no era una lectura para niños porque el final era trágico, todo apuntaba que el Principito se había empeñado en suicidarse al pedirle a la serpiente amarilla que lo mordiera para poder regresar a su mundo.
No supe que sucedió, pero algo dentro de ella se rompió porque permaneció por algunos momentos en silencio y después de que se repuso por el impacto de mis palabras sólo acertó a decir que ese era el final que yo interpretaba, porque el encanto del libro estaba en que cada uno le otorgaba los valores que deseaba.
Algo había de cierto en lo que decía, porque ese es el encanto de la literatura universal, su valor radica en que cada lector se identifica con ella de manera particular y “El Principito” cumple ampliamente con ese requisito; sin duda a 70 años de su publicación es una obra excepcional que no pierde actualidad.
Saint-Exupéry publicó en 1943 “El Principito”, su sencilla redacción y su personaje, un príncipe niño, permiten considerar la posibilidad de asumir que es una historia infantil, pero su encanto radica en la propuesta moral del autor al cuestionar la forma de vivir de la humanidad invadida por la mentira, la desolación, la avaricia.
En la historia contraponen a esto el valor del amor, de la amistad y la libertad, ensalzando la capacidad de imaginación. Sin duda “El Principito” es un libro contemporáneo para un mundo contemporáneo, capaz de hacernos reflexionar, pero a la vez que nos cuestiona también nos divierte.
El Principito es un extraterrestre tierno que viaja para intentar comprender a los otros, por eso pregunta y cuando a él se le cuestiona, responde con sencillez dando lecciones de sentido común, ese que la humanidad ha olvidado por la idolatría a la sofisticación.
Como todas las grandes obras, el mito la acompañan; tiene la peculiaridad de que su autor no solo escribió la historia sino también elaboró los dibujos que la acompañan y así pudimos conocer al personaje tal como él lo imaginó.
Piloto aviador en la Segunda Guerra Mundial, Antoine de Saint-Exupéry escribió más de 10 libros pero fue “El Principito” por el que se le recuerda; muerto de manera misteriosa, su cuerpo nunca se pudo recuperar después de sufrir un accidente aéreo cuando cumplía una misión durante la guerra cerca de Francia. No se supo si su avión fue atacado por el enemigo o si había sido otra causa lo que provocó el accidente, que sucedió un año después de haber escrito la obra que lo inmortalizó.
Una de las preguntas que frecuentemente se hace en torno a esta obra es por qué si su autor era europeo, no es el lobo (animal nativo de ese continente) el personaje que platica con el Principito y sí un zorro, que es un animal americano. Tal vez la explicación más sencilla y más cierta es que el libro fue escrito durante una estancia que Saint-Exupéry tuvo en Nueva York lugar donde fue publicado por primera vez.
A 70 años, “El Principito” es una excelente lectura para mayores de edad y un excelente regalo para quien desea sorprender y manifestar su amistad.
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