“Percibir no es comprender” dice Collingwood en su libro “Idea de la Historia” y la semana pasada todos percibimos que en el Día Internacional de la Mujer nos debíamos poner a tono para “celebrar” a las mujeres, tornándose  más para la foto que para la reflexión.

Los gobiernos en México, sin importar partido o ámbito (federal, estatal o municipal) han convertido ese día en uno más para calendarizar en el gasto de protocolos, con el propósito de beneficiar a muchas empresas cercanas a sus afectos. Carpas, sillas, ambigús,  flores, obsequios, discursos por aquí y discursos por allá.

Pero al final del día, la vida sigue su curso, todos en sus roles, cumpliendo con su misión histórica. Las aburridas y cómodas empleadas que cumplen labores sin importancia, tuvieron por lo menos un día de pasarela, donde todos las felicitaron por las mujeres que lucharon y fueron reprimidas al buscar mejorar  condiciones laborales así como el derecho al voto.

Pero ¿a quién le importa esto?, sin duda, es más grato que las vacías figuras de televisión salgan de la pantalla y ante grandes auditorios de mujeres que las escuchan en vivo, hablen de cosas sin importancia. Solo así se logra percibir el gran ánimo de “celebrar” a las mujeres, porque poco importa comprender su realidad.

Convocarlas en multitud para que escuchen a las mujeres fuertes de la banalidad y las manualidades, es garantizar la estabilidad de los roles que aún en los niveles profesionales se dan inequitativamente. Es cerrar las puertas a la acción reflexiva de las mujeres, es negarles la oportunidad de crítica, inhibir la conciencia de género.

Al siguiente día todo fue igual o peor, porque como fue sábado muchas tuvieron que encargarse de las labores del hogar más que del descanso. El Instituto de la Mujer continuó con sus puertas cerradas, la equidad siguió ausente en todos los niveles del gobierno y nada cambió en el entorno.

Una mala copia de Elba Esther cumplirá con la cuota de género en las candidaturas para diputados locales, no hay más por ahora. Lo verdaderamente importante es que todo parezca que cambia para que todo siga igual. La cosificación de la mujer como objeto de consumo, es una labor que importa también en los ámbitos gubernamentales en la loca carrera de alcanzar los estándares mundiales que el neoliberalismo exige.

¿Para qué pensar?, ¿para qué comprender?, si el conocimiento no es necesario en un mundo donde la percepción, la apariencia, la simulación son lo esencial.

Ahora, solo nos queda para honrar la memoria de todas las mujeres que nos antecedieron en la lucha por el sufragio, los derechos laborales y la equidad, intentar comprender la intención mezquina de los gobiernos cuando “festejan” a las mujeres en su día.

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