Un hombre creyó en el viento pero el viento lo derribó, le descompuso el pelo, estropeó sus bigotes y regó sus pertenencias por la faz de la tierra. Qué ligereza la del viento, con cuánto desparpajo nos aborda en cualquier calle.

Faltan palabras en los labios para decir su nombre fugitivo que arranca casas, apaga la lámpara de queroseno, retuerce el hierro y hace caer una gota de agua en la mano.

Con el viento los árboles más grandes se vuelven mariposas accesibles al vuelo, los dirige a los sueños del cielo y es un espectáculo de abanicos gigantescos.

¿A dónde irían los sonidos del silencio, del piano de los cactus, del chirriar de puertas y la vocecilla esperando en los rincones, a dónde lleva el viento los papeles con el recado, la penúltima carta que todo lo aclaraba?

Luego de un estruendo, como si hubiesen azotado las puertas a un tiempo, el hombre no durmió, sostenía el mástil de la casa de lámina; a sotavento la calle llevaba vestigios de naufragios, sombreros de palma, cartones que anunciaban las ofertas del fin de semana. Se llevó la hoja de arriba y el Santa Claus de la farmacia. Se llevó las super ofertas navideñas, el pino con regalos, los niños de la roscas y una lana.

Sobre un montón de hojas hay un incendio apagado y otro al acecho. Afuera el viento se llevó las nubes que tapaban la luna y trajo otras más gruesas cargadas de lluvia. Con el viento ruge una bestia, aulla un lobo y entre las rejas de una ventana se escucha el paso del ferrocarril.

Cierta ráfaga gris desvanece la niebla, pone a prueba las cabezas, las cachuchas, el destino de la ropa que estuvo en el tendedero y el rumbo de las motocicletas más aviesas. Hay que preservar la casa, la ropa, la piel, la arena en los ojos, el olor del lejano café.

Es el aire que respiro y es el árbol, es una pequeña piedra en cada párpado, una viga en el ojo, el viento sube hasta mi sombra donde cantan los pájaros. A veces se lleva lo necesario, otras es un desastre.

Llaman a la puerta: ¿Quién es? Soy yo el viento. Disculpe usted señor, se equivocó de casa. Pensé que era una bicicleta. Mientras tanto al irse, el viento inaugura nuevas calles, salta de casa en casa y bebe el aire perfumado de los colmenares.

En las bolsas que flotan en el aire del terreno baldío que ahora es el cielo , viaja la historia vieja, se va una y llega otra con los alimentos del almuerzo. Las bolsas del mandado destierran y repatrian lo que fue de nosotros y ahora es de todos.

El viento en la banqueta levanta la falda de la dama, Marilyn Monroe avanza titubeando y se aferra a un parquímetro para no caer antes del flash de la fotografía que inmortalizará a los presentes.

En cambio el viento no se llevó los calambres ni las reumas de los viejos, ni las páginas leídas ni el montón de recuerdos ingratos, ni una carta que no se ha leído. Tampoco arrastró la deuda de la tarjeta, ni borró la lista de la tienda.

El susurro del viento aturde el vuelo de las urracas sobre los rompe vientos.En parvadas se huye y se aleja la penumbra de su plumaje negro. Ya entendí a los papalotes sujetados al hilo, al pelo suelto de las mujeres en oleajes de vértigo, de truenos y relámpagos. Nos iremos con el viento, de un soplo sin huesos, en el extravío de una trampa arrancada por el tiempo.

Allí va el pregón del ropavejero, la canción de Pedro Infante, las risas del Jardín de niños, la Marcha a Zacatecas del anunciado recreo, la voz del televisor y de la radio de onda corta. Si bajas la frecuencia, escucha la hora del recuerdo, el maullido del gato. El viento es un santuario del tiempo que pasa.

En ausencia de viento se divisan las casas del pueblo, sale la gente, el sol estalla en los hijos que juegan fútbol en el campo llanero. Entonces comienza la falta de viento, la necesidad de afecto, un poco de viento que seque la ropa bajo el sol en el tendedero.

TENGO OTROS DATOS

EL GOBERNADOR DE TAMAULIPAS AMÉRICO VILLARREAL ANAYA ESTUVO CON TRABAJADORES DE LA SECRETARÍA DE SALUD

El gobernador de Tamaulipas Américo Villarreal Anaya se reunió con trabajadores de la Secretaría de Salud a quienes pidió empeñar su esfuerzo para rescatar el sector.

«Qué gusto poder estar con colegas y amigos en la Salutación de Año Nuevo de la Secretaría de Salud de Tamaulipas, motivados a seguir cumpliendo con la encomienda que tenemos con las y los tamaulipecos al mejorar todas las condiciones y rescatar el sector salud. Con el trabajo incansable del Secretario Vicente Joel Hernández Navarro y todo su equipo, lo lograremos».

HASTA LUEGO