La paz social, es definida como la convivencia armoniosa y estable entre los miembros de una sociedad, basada en el respeto, justicia, igualdad y resolución pacífica de conflictos. En México, hasta la década de los noventa era posible disfrutar de una vida en serenidad; hoy la paz social se desplazó hacia el plano de lo abstracto, de lo intangible, transformándose en un ideal distante e inalcanzable, y ese espacio vacío fue ocupado sin darnos cuenta por el conflicto social.

En efecto, hace dos décadas, las familias mexicanas podíamos transitar de madrugada por las carreteras sin temor a la violencia, al secuestro o al robo; la juventud se divertía en las madrugadas, las mujeres caminaban libres por las calles, lo niños se trasladaban solos a las escuelas… Estos simples ejemplos son verdaderos indicadores de una estabilidad que permitía la convivencia armónica entre los ciudadanos. Sin embargo, el debilitamiento del Estado como garante de la seguridad erosionó los pilares fundamentales que nos sostienen como país: la defensa contra el enemigo, la justicia y la confianza en las instituciones.

El filósofo Thomas Hobbes, en su libro “Leviatán”, destacó la importancia de un Estado fuerte para evitar el «estado de naturaleza», personificado como un territorio donde el caos, la violencia, y la ley del más fuerte impera entre los ciudadanos. La realidad mexicana actual muestra cómo la incapacidad de las instituciones para controlar la criminalidad ha puesto en jaque esa paz social, orillando a nuestro país a vivir casi en estado de naturaleza.
En el ámbito económico, la estabilidad desempeña un papel crucial para garantizar el bienestar familiar. Aristóteles argumentaba que la virtud y la felicidad dependen de condiciones materiales mínimas, como la seguridad económica. Cuando la inflación, el desempleo o las crisis financieras afectan a las familias, se genera una angustia que erosiona la convivencia social. La paz social, por tanto, no es solo ausencia de violencia, sino la existencia de un entorno donde las necesidades básicas están garantizadas y las oportunidades de progreso son accesibles para todos.

La paz social también implica una relación equilibrada entre los ciudadanos y el gobierno, basada en la confianza y el respeto mutuo. Un gobierno que inspira miedo, en lugar de confianza, está violando los principios fundamentales de la legitimidad democrática. Un gobierno que destruye los fundamentos de la constitución como es la división de poderes e impone la supremacía constitucional, que utiliza el discurso de odio contra opositores, co-gobierna junto a los violentos, y permite la impunidad de los corruptos no merece el respeto de los ciudadanos. Sin confianza y sin respeto nunca podrá volver la paz social.

La aspiración a la paz social no debe ser una utopía, sino un objetivo colectivo que active a la sociedad mexicana. Retomar este ideal exige fortalecer las instituciones, garantizar el estado de derecho y promover una cultura de responsabilidad política. La ciudadanía tiene un papel fundamental en exigir cuentas a los gobernantes y participar activamente en la construcción de un proyecto de nación basado en los valores de justicia, igualdad y seguridad.

En conclusión, la paz social, para muchos se ha vuelto un concepto imposible de alcanzar, para otros intencionalmente la confunden con la Pax Narca; a pesar de ello debemos revalorizar y entender que los mexicanos exigimos vivir sin sobresaltos, sin angustia, sin temores, sin la posibilidad estadística de ser una víctima más.

Lograrlo es posible, ello implica elegir gobernantes íntegros y comprometidos con los intereses de los gobernados; convertirnos en una sociedad activa y organizada que se niegue a aceptar la violencia y la corrupción como parte de la normalidad; se requiere además de electores que sepan votar con inteligencia, y no por simpatías, adoctrinamiento, filias partidistas o por ser favorecidos de programas sociales.

La paz social puede regresar a nuestro país si logramos respetarnos, tener confianza, exigir resultados al gobierno, ser proactivos y sobre todo nunca perder la fe en nuestro terruño, en nuestro país. Nada nos detendrá.

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