Se anuncia con alarma en el mundo que Austria está viviendo su cuarta ola de covid, lo que obliga al gobierno a dictar dos medidas urgentes: el confinamiento total de sus ciudadanos y la vacunación obligatoria de la población. Su ministro de salud Wolfgang Mueckstein, señaló que solo permanecerán abiertas las escuelas y los jardines de infancia para aquellos que necesiten asistir; pero la población en general solo podrá salir a hacer compras básicas, hacer ejercicio o ir al médico; permaneciendo cerrado por 10 días tiendas y centros culturales o de diversión.

Valga decir que ya desde el verano, se había declarado por parte del gobierno de ese país “el fin de la pandemia”, teniendo una muy baja vacunación entre sus ciudadanos y no hubo ninguna restricción para los no vacunados.

En Alemania las cosas también se complican, ante el número creciente de infectados y la inminente llegada de la cuarta ola, donde el aumento de hospitalizaciones ha obligado a trasladar enfermos a países vecinos para su atención; anuncian una navidad complicada. Sin embargo, las medidas para frenar los contagios son tibias por parte del gobierno, quien sólo a restringido la libre circulación a los no vacunados.

Desde Asia, en Singapur, el gobierno anunció para el creciente número de infectados que los no vacunados pagarían de su bolsa la atención médica en caso de contagio, ya que representan la mayoría de enfermos graves.

Diversos países de Europa se preparan para un duro invierno y la cuarta, la quinta o la sexta ola de contagios según la región donde se encuentren, por ejemplo, España espera ya una sexta ola y todo el Este europeo las ha vivido sin tregua con una muy baja cantidad de vacunados.

Lo cierto es que el viejo continente es un ejemplo a seguir si queremos aprender de lo que no se debe hacer, muchos de sus ciudadanos son anti vacunas, otros más organizan violentas protestas para defender su derecho a transitar sin cubreboca y su resistencia al confinamiento, aunado a una gran presión por parte del poder económico que no acepta cerrar nuevamente ante cualquier ola creciente de contagios.

Negándose a la existencia de los peligros que representa la pandemia han vivido los dos veranos (el del 2020 y el del 2021) con libre circulación, sin restricciones sanitarias, queriendo disfrutar sus pocas horas de sol diarias que les da el planeta en esa estación del año.

Cada continente y cada país han tenido sus propias experiencias con la pandemia, a partir de su disponibilidad de vacunas, su capacidad hospitalaria, sus medidas de restricción para los ciudadanos, la presión económica. Sin embargo, parece como si los más afortunados en vacunas, capacidad económica, nivel social y educativo, es decir, el primer mundo, no parece ser el más racional e inteligente en el manejo de esta crisis sanitaria.

En México se calcula que la tercera ola podría llegar a partir de la última semana de noviembre y la primera de diciembre; sin embargo, tenemos información suficiente para enfrentarla; no estamos ni remotamente en la situación en la que nos encontrábamos hace un año.

Conocemos la enfermedad y los cuidados, tenemos acceso a información y muchos aprendimos ya a guardar sana distancia, lavarnos las manos y usar cubreboca. Según expertos, las olas seguirán llegando, hasta que desaparezca totalmente esta situación de emergencia.

El virus se quedará entre nosotros y poco a poco aprenderemos a vivir con él, a ser inmunes, a normalizarlo. Al menos eso dice la historia de las pandemias que la humanidad ha vivido.

Más que dejarnos dominar por el pánico, politizar el asunto o maldecir al capitalismo, asumamos los cuidados y esperemos pacientemente que cada día la vida se normalice lentamente.

Las olas seguirán llegando, pero depende de nosotros que cada vez sean menos terribles y mortíferas; el negacionismo europeo al declarar el fin de la pandemia, retrasa la salida de la emergencia sanitaria.

La navidad nos espera, tal vez podamos llegar sin tantas restricciones a ella para reunirnos en un ambiente, no como acostumbramos, con tantos besos y abrazos, posadas y fiestas; pero sí muy diferente a lo vivido hace un año donde el aislamiento, el encierro, la incertidumbre, el miedo y la tristeza por los que se habían ido caló hondo. Alimentemos la esperanza de la navidad siempre y cuando no olvidemos que esto todavía no acaba.

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