Calle es en donde te tropiezas aunque no se hizo para eso. En todo caso te podrías tropezar en casa, pero uno se tropieza por donde menos pasa. En casa haz hecho una especie de zanja, una raya invisible por donde pasas a diario. Pero calle es por donde pasan los carros y antes pasaron las carretas jaladas por caballos o por jumentos.

Sin embargo la calle tiene otros usos no moderados por el respetable, medidos por nuestros adversarios y calculado por quienes te venden algo, tal vez un simple saludo, sólo un halago. Todo eso hay en la calle aparte del que vende nopales, chile piquín, ajo, el ungüento con sábila, las hierbas de california, la gobernadora, la mala mujer y la buena.

Calle es comunidad públicas y anonimato por lo mismo, secretos y voces que cantan las gestas de los habitantes. Hay rumores que pasan por los labios, luego la paz de la noche invade las oscuridades de los estandartes colgados en las plazas públicas.

Calle es el semáforo de la esquina, vives a media cuadra, de aquí a dos calles, te dejan en la calle o a mitad de esta, dicen que hay una casa en medio de la calle en Holanda, aquí en esta ciudad hay un árbol en medio de la calle Zaragoza, yo lo he visto.

Ojalá las calles se hubieran hecho para estar viendo cómo pasan las aves y correr detrás de ellas como diminutos papalotes y güilas. La calle es carrera de caballos, «coleaderas», paso de agua, afluentes caprichosos y urbanos, ocurrentes río de barcos deformes. Pasan los perros corriendo unos detrás de otros, sabrá Dios a dónde.

Calle es para pasar adrede o necesariamente pasar aprisa, despacio o despiadadamente pasar en la noche cuando no hay nadie más que una lámpara solita. Con todo hay palomas que ahí viven, sapos, y gusanos que abordan las banquetas y las bajan, las hoyan, las dejan que se acaben y deshagan con el paso del tiempo indómito e inquebrantable, como un coche pasándose un alto en la calle 8.

Nadie anotó la hora de aquel mediodía con el sol bien fuerte porque pasaste muchas veces por ahí cuando ibas a la tienda. La calle cambió de nombre y tú sigues siendo el mismo a la misma hora de la tarde. Ahora te acuerdas como si hubiese sido un día pintado en un almanaque, una anomalía de la cruel imaginación, pero hay fotos.

Calle es un olor a pan, por tanto es panadería a las cuatro de la mañana, es viento antes de la lluvia, es calle antes que calle empedrada. Calles que van para arriba mientras otras van para abajo. Calle es huerto, fondo de lienzo, estacionamiento vehicular, amontonamiento, motín, mitin, ejercicio en la pista de la loca carrera contra el tiempo.

Calle es un vestíbulo inconfesable, clandestino mingitorio, plaza, zócalo desierto, abarrotes, señoras y señores viviendo, cruzando la calle para volver más tarde o quizás allá se queden hasta enero.

La calle es un nombre en el sobre, pegado con saliva en el remitente, para que retache. Es el dato correcto que te envía lejos a buscar entre las casas. Alguien te informa que esa calle ya no existe, con ese nombre hay una colonia. Irías en agonía hasta el fin del mundo a cobrar lo que te deben. Calle para gastar las botas y correr con los tenis inalcanzables hasta que se rompen y los recuerdas siempre, cuando escribes esto.

La calle es tardío cansancio en la esquina, risas de jóvenes que pasan y no se cansan de pasar por toda la vida. Esta es la calle, el resto son dos o tres de voces que con los años son miles buscando monedas en el piso, pasando por las horas y llevándolas en el androide de una memoria.

Esta es la calle por donde vives, de esta casa a la otra, es una verde con un portón enfrente. La calle no tiene nombre, la vas inaugurando. Es calle por donde andas, calle personal, peatonal sin lujos, sin grandes luminarias. Calle es el camino pavimentado por tus zapatos. Calle no es otra cosa más que los pasos que vas dando hacia otro lado del mundo.

HASTA LUEGO