El día se presta para conversar. El alma saca su pena su alegría buena y la explica sin palabras. Sólo las origina. El sol aparte es amplio y como que sabe, se levanta por todas partes con su sonrisa.

El día viene atrás del mañana inalcanzable con sus citas a ciegas, su clima incomprensible. Ya nadie ve el reloj detenido en las paredes, pobrecito. Con su calma el día pasa pero uno se adelanta o se queda como un niño en su sombra inquieta a media Plaza.

En un Carrusel van los adultos corriendo, de nuevo se han vuelto locos con los apuros y prisas. Usted perdone se nos hace tarde a las 8 de la mañana.

Entre la concurrencia, el día, primero oye al merolico estratégico, al vendedor ambulante que no se mueve, al que si lo hace. En el filtro del sol desde una rama se observan los pequeñas catástrofes de las hormigas, hay tiempo para recuperar la imagen guardada, luego perdida en los miles de extravagancias. Entre los rieles uno ha visto a los durmientes que no duermen, el tren que nunca se detiene. Lo que lleva, lo que arrastra y se lleva de encuentro. Es el viento de fierro.

No ha llovido, ni en los cuadernos hay gotas de lluvia escritas a lápiz. Con un pincel se hizo el mundo, por eso no perfila los aguaceros repentinos.

Conversar en los encuentros furtivos con el extraordinario aporte que da lo inesperado y lo desconocido, atrás de todo esto viene la historia contando de uno por uno, todos somos uno a la hora de contarnos. Amanece y no eres mucho ni muchos, ni pocos, eres sólo uno que se levanta temprano.

Cuando el ojal ve el botón de la camisa en una mano, pronostica su futuro. Se aspira un humo que no se fuma, pero la charla continúa todo el día y se hace más barata por la tarde hasta que acaba,  igual que un aguacate en oferta.

La charla sirve el regocijo, el día a nosotros que exageramos diciendo o  escuchando al enemigo, al amigo, le sirve al distraído, al aburrido, al serio, le sirve a una sala inmensa a dos tazas de café donde comienza y sirve a la boca, al aliento y a la misma respuesta.

El día entonces es una conversación, un toma y daca de palabra sucesivas. Si uno pudiera verlas desfilar con sus trajes de gala, pero a veces pasan desgarradas, aunque no importa, dicen, sólo son palabras.

Quién charla escribe y se escribe una carta que llega muy pronto. Se ignora la respuesta, aún no llega, o mejor quién la leyó prefiere guardarla en su bodega.

Cuando el día no nos mira, busca nuestra sombra en la pared. Abrá que estornudar, dar un paso al frente, y en su convocatoria decir aquí estamos, presentes.

HASTA LUEGO.