Esta es una semana de fiesta que empieza desde el miércoles y terminará el sábado; hay ambiente relajado en las oficinas, en las escuelas y en los negocios de la capital tamaulipeca; siendo una ciudad con vocación educativa y administrativa, el ambiente festivo está en el aire.
El decorado de la fiesta se ve por todos lados; variado, importado, ecléctico o tradicional, no importa, el naranja y amarillo son los colores de moda: calaveras mexicanas, papel picado, catrinas, calabazas de Halloween, todo junto, incluyendo fantasmas, telarañas y si hay dinero se pone iluminación ambiental.
Las convocatorias para el concurso de catrinas, calaveras literarias y altares de muertos están listas, algunos ya empezaron desde el lunes con el convivio, las ofrendas y el Xantolo que, aunque en Ciudad Victoria no tiene arraigo, en algunas escuelas intentan representarlo.
En fin, pretexto para la fiesta hay, como los antiguos mexicanos, que ocupaban gran parte de su tiempo a la fiesta y cuenta el historiador nahuatlaca Miguel de León Portilla, que esta actitud les desesperada a los españoles por los días que se perdían de trabajo y cuando se convirtieron al cristianismo poco mejoró la situación ya que ese tiempo lo empleaban en las festividades de los santos patronos.
Aunque en Ciudad Victoria, este ambiente festivo es una tradición que ha ido construyéndose a través de la implementación de mecanismos educativos que desde hace 30 años la SEP inició fomentando en los niños de entonces la elaboración de los altares de muertos, esa iniciativa ha dado frutos porque esos pequeños ahora son padres de familia y adultos con poder adquisitivo y principales promotores de todo este festejo.
Poco podemos hablar ya de tradiciones locales, cuando la gente de esta ciudad se limitaba a ir al panteón limpiar las tumbas y llevar flores a sus muertos el día dos de noviembre. Desde la visión centralista de entonces, alguien en la SEP se alucinó con aquello de que en la frontera mexicana el Halloween estaba arrebatando nuestra identidad mexicana y que por lo tanto teníamos que fomentar la “tradición de Día de Muertos”. Debo reconocer que el experimento salió tan bien, que ahora pegamos el Halloween con el Día de Muertos haciendo un puente laboral que dura entre festejos institucionales y días santos, cuatro días. De seguir así terminaremos sumando (por qué no) el día de San Judas Tadeo que es el 28 de octubre.
Además dos diputadas del Congreso estatal le han atizado a la fiesta, con un exhorto a los municipios de Tamaulipas para que realicen actividades en favor del fomento a nuestra tradiciones mexicanas del Día de Muertos, y aunque el pretexto no falta, hay que decir que una cosa es todo este jolgorio y otra muy diferente, la veneración íntima, personal, dolorosa, religiosa, penitente y nostálgica de nuestro seres queridos; por eso seguiremos visitando sus tumbas, llevándoles flores, recordándolos en silencio, con música o con llanto, ahí donde la fiesta acaba y la memoria perdura.
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