Summer McKesson tuvo dificultades para respirar durante años. Los médicos le dijeron que se debía a que su sangre no dejaba de coagularse, y no podían averiguar por qué.

Un solo coágulo puede ser mortal, pero los coágulos recurrentes e inexplicables que se formaban en el corazón y los pulmones de McKesson eran un misterio médico.

Después de múltiples cirugías para eliminar coágulos y tejido cicatricial, McKesson viajó a la Clínica Mayo, donde se sentó en una sala de conferencias mientras médicos y especialistas de renombre analizaban su caso en una pizarra.

Pero incluso ellos estaban desconcertados.

“Al escuchar que ni siquiera ellos habían visto algo así antes”, le dijo a CNN entre lágrimas, “regresé [a casa] completamente devastada en ese momento”.

Desesperada por encontrar respuestas, McKesson dijo que recurrió a 23andMe, con la esperanza de que el servicio de análisis de ADN, que afirma ofrecer información sobre el historial genético de salud de sus clientes, pudiera desvelar alguna pista sobre su enfermedad.

Pero su búsqueda de respuestas desenterraría un secreto familiar y el engaño de un médico que se prolongó durante décadas y que ha atrapado a múltiples familias en todo el país.

Pregunta a tus padres por el Dr. Peete

McKesson nunca cuestionó su genética, ni pensó en 23andMe, hasta que un equipo de cirujanos le practicó una intervención urgente a corazón abierto, en 2022, para extirparle coágulos del corazón y los pulmones.

Mientras se recuperaba, McKesson dijo que su cirujano le dio otra noticia impactante.

Durante la operación, había observado que el tejido conectivo que sostiene sus órganos era elástico y inusualmente frágil. Le dijo que esa complicación, junto con la complexión esbelta y la altura amazónica de McKesson, podría ser un signo de un trastorno hereditario llamado síndrome de Marfan.

Sus sospechas eran correctas. Un genetista confirmó el diagnóstico de McKesson y dijo que su trastorno de coagulación también era genético, lo que le acarrearía una serie de problemas de salud de por vida.

Ahora su corazón tendría que ser monitoreado constantemente y, con el tiempo, necesitaría al menos otra cirugía cardíaca mayor.

Pero el diagnóstico era desconcertante por otra razón: ambas afecciones eran genéticas y, por lo que ella sabía, nadie más en su familia las padecía.

McKesson, de 43 años, dijo que no tenía un panorama completo del historial médico de su familia porque su padre murió cuando ella era adolescente. Así que se inscribió en 23andMe, envió una muestra de ADN y esperó.

Los resultados llegaron a su buzón de correo electrónico en octubre de 2023.

“Estaba sentada en mi sofá después del trabajo y rápidamente consulté los resultados en mi teléfono”, recordó McKesson. Al principio, dijo, sentía curiosidad por saber más sobre los orígenes étnicos de su familia.

“Al crecer, siempre pensaba… ‘No me parezco a ninguno de ustedes. Nadie tiene mi nariz. Soy 30 centímetros más alta que todos’”, cuenta, y añade que su familia solía bromear diciendo que era adoptada.

Aunque no hubo muchas sorpresas en el árbol genealógico de su familia, McKesson cuenta que, cuando llegó a la sección “miembros de la familia” del sitio web, se quedó paralizada.

La prueba reveló que tenía siete medios hermanos.

“Recuerdo que me quedé en shock y que mi mente daba vueltas”, cuenta. “Pensaba: “¿Cómo es posible? ¿Mi papá tenía otra familia o algo así?”“.

¿Era realmente adoptada? Nada de lo que estaba descubriendo tenía sentido.

Envió capturas de pantalla de los resultados a un grupo de amigos de confianza y discutieron diferentes teorías. Más tarde, esa misma noche, envió un mensaje a sus nuevos medios hermanos a través del sitio web de 23andMe.

“El humor me ha ayudado mucho a superar todo esto”, dijo McKesson, por lo que optó por un tono más ligero en su primera nota.

“¡Espero que estén bien! Acabo de recibir los resultados de 23andMe y veo que tengo una buena lista de medios hermanos, jaja. Tengo 41 años y soy originaria de Fayetteville, Carolina del Norte. ¿Saben algo sobre mi familia que puedan compartir?”.

Envió el mismo mensaje a cada uno de los nombres que aparecían en la página web. Y luego esperó. Tardaron más de un mes en responder.

“No quiero causar ningún conflicto”, escribió finalmente uno de ellos, “pero si quieres investigar esto, yo preguntaría a tus padres si fueron a ver al Dr. Peete”.

Las décadas de engaño de un médico

En 1980, Laurie Kruppa y su esposo, Doug, se encontraban esperando a un especialista en fertilidad, el Dr. Charles Peete, en una sala de exploración estéril del Hospital de la Universidad de Duke.

La pareja quería tener hijos, según contó Laurie a CNN, pero Doug se había sometido a una vasectomía durante un matrimonio anterior, por lo que su ginecólogo-obstetra los derivó a los médicos de Duke para que les realizaran un tratamiento de fertilidad.

Las décadas de 1980 y 1990 serían una época de innovación en los campos de la genética y la tecnología de reproducción asistida. En 1978, una mujer dio a luz a una niña llamada Louise en el Reino Unido mediante fecundación in vitro, o FIV, lo que la convirtió en la primera niña nacida gracias a este novedoso procedimiento.

Sin embargo, los Kruppa optaron por la inseminación intrauterina (IIU), un procedimiento que existía de alguna forma desde hacía siglos, pero que solo recientemente se había vuelto común gracias a los avances en la congelación y el almacenamiento de esperma.