Historias alrededor de Juan Gabriel hay muchas. Aquí te presentamos la de un pequeñín que, al no contar su familia con el dinero suficiente para su educación, estudió la primaria en Semjase, el albergue infantil creado por Juanga en 1987 en Ciudad Juárez. Carlos Eduardo Esparza Díaz, hoy de 17 años, nos cuenta su paso por el lugar y que a la muerte de su mentor, quien le dio la oportunidad de cantar en el Auditorio Nacional ante 10 mil personas, como tributo, tomó su guitarra y, frente a su casa de Juárez, le cantó sus canciones.
“Estuve en Semjase desde segundo hasta quinto de primaria. Juan Gabriel me salvó de la carencia en la que vivía. En la escuela nos daban la primaria y por la tarde clases de música. Ahí vivíamos y salíamos los viernes por la tarde, era totalmente gratuita. Aprendí a solfear, tocar piano, guitarra clásica y popular. Todo era bueno ahí, siempre había gente cuidándonos Me salí porque me cambié de casa y ya me quedaba lejos”.
“Cuando te graduas de sexto te dan la oportunidad de seguir yendo en las tardes y yo lo seguí haciendo, pues estaba dentro del mariachi Alma de Niño. Cuando yo estudiaba no me tocó la oportunidad de que Juan Gabriel nos visitara, pero supe que algunas veces iba a convivir con los alumnos”.
Sin embargo, su gran oportunidad llegaría pronto, pues El Divo de Juárez invitó al mariachi a cantar con él en el Auditorio Nacional en 2012.
“No lo podía creer. Se portó increíble con nosotros, nos hospedó en un gran hotel muy cerca al suyo y una de las noches nos invitó a cenar, fue muy amable, platicaba con todos, él estaba comiendo esquites, dijo que era su comida preferida”.
En una de esas presentaciones, fue cuando invitó a Carlitos, de sólo 13 años, a cantar la canción Costumbres ante 10 mil personas.
“Nos dio la oportunidad de tocar unas canciones durante varias fechas con él, pero en una de ellas, me preguntó si quería cantar, le dije que sí y me dio el micrófono y me tocó cantar Costumbres, al final me aplaudió y me felicitó. Pero esa no fue la única vez que cantamos juntos, acá en Juárez también lo hicimos durante la inauguración del Estadio Juárez Vive, ahí canté Amor eterno. Lo que sentí fue algo imponente, a lo más había cantado ante 100 personas, pero cederme el micrófono y cantar para 10 mil, fue una experiencia bastante especial”.
Finalmente, el único tributo que podía hacerle a su maestro, después de muerto, fue cantarle en su casa de Juárez.
“Cuando me dijeron que había muerto, lo primero que se me ocurrió fue ir a su casa de la 16 de septiembre (Juárez), fui con un amigo y llevamos una guitarra y, como una especie de homenaje, le cantamos. Al principio sólo serían dos canciones, pero la gente nos pedía otra y otra, terminamos cantando todas las que la gente pedía. Lo que le llevé como ofrenda fueron mis canciones, porque no tengo más para darle”.