Lukeville, Arizona— Cada año, los carteles mexicanos del narcotráfico obtienen miles de millones de dólares en ganancias provenientes de la venta de heroína, metanfetaminas y otras drogas a Estados Unidos. Ese dinero tiene que llegar al sur de algún modo.

Aunque algunas veces los carteles contratan a empresas legítimas para comprar bienes como seda y cartuchos de tinta que exportan a México, donde los productos se venden en pesos, el método más común es pagarle a alguien para que lleve el efectivo en auto al otro lado de la frontera.

El presidente Donald Trump ha hablado con frecuencia de los bad hombres que llegan a raudales desde México. Sin embargo, es el flujo de dinero del norte al sur —producto del apetito voraz de los estadounidenses por las drogas ilegales— que a decir de los funcionarios es una parte igualmente importante del problema.

“Son el dinero y las armas los que han permitido a los carteles obtener el poder que tienen”, dijo en una entrevista Scott Brown, agente especial a cargo de las Investigaciones de Seguridad Nacional en Phoenix. “Soy un firme creyente de que, si podemos evitar que los carteles obtengan sus ganancias, con el tiempo eso tendrá un mayor impacto que incautar las drogas”.

Hace apenas unas semanas, los agentes aduanales detuvieron aquí, en operativos diferentes, a dos mexicanos que iban hacia México con cerca de 60 mil dólares escondidos en compartimentos secretos en sus vehículos. Solo unos días después, una mexicana de 43 años también fue detenida con varios rifles de asalto, una pistola, depósitos de municiones, dos miras para armas y 6 mil municiones.

“Desearía tener una unidad dedicada únicamente a la búsqueda de armas y dinero en vehículos que se dirigen al sur”, declaró en una entrevista Pete Bachelier, oficial de Aduanas y Protección Fronteriza a cargo del puerto de entrada local. “Sucede que no tengo personal suficiente”.

Desde 2008, los agentes aduanales en los puertos de entrada a lo largo de la frontera sur han incautado unos 300 millones de dólares en efectivo que se dirigían a México en vehículos comerciales y de pasajeros, de acuerdo con estadísticas de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza.

Los agentes aduanales y de patrulla fronteriza dicen que ese monto, encontrado al dar seguimiento a información que se les ha hecho llegar o bien al azar durante detenciones aleatorias, representa una fracción del monto total. Un agente federal lo comparó con “una ardilla ciega que encuentra una nuez”. Los vehículos que se dirigen a México no se revisan de manera rutinaria.

“Necesitamos poner orden en nuestra propia casa”, comentó Michael Shifter, presidente de Inter-American Dialogue, un grupo de expertos con sede en Washington. “Nuestro apetito por drogas en el país está teniendo un impacto en el sur e impulsando a la gente a salir de esos países”.

Hasta ahora, la respuesta de Trump a la crisis migratoria y de drogas ha sido estrecha.

Además de su énfasis en la construcción de un muro fronterizo, ha prometido contratar a 15 mil agentes fronterizos y de deportación adicionales para reunir y deportar a los migrantes indocumentados que ingresen o que ya se encuentren en Estados Unidos.

No obstante, varios expertos en seguridad mexicanos y exfuncionarios gubernamentales dicen que las acciones de la administración de Trump en materia de seguridad fronteriza e inmigración son muy limitadas.

“La seguridad fronteriza es una responsabilidad compartida”, mencionó Alejandro Hope, un asesor de seguridad y exanalista del Cisen, la agencia de inteligencia mexicana. “No habrá mayor seguridad en Estados Unidos usando a México como chivo expiatorio”.

Eduardo Guerrero Gutiérrez, analista de seguridad en Lantia Consultores, una firma de consultoría con sede en Ciudad de México, dijo que la deportación de miles de personas a pueblos a lo largo de la frontera podría hacer tanto a México como a Estados Unidos menos seguros.

“Pensamos que todas estas nuevas personas en la frontera contribuyen con mayor violencia”, dijo. “Todas estas personas que son deportadas, mexicanos y centroamericanos, que andan ahí sin nada que hacer, son futuros reclutas de carteles”.

Los funcionarios mexicanos se quejan desde hace años del flujo de armas y de efectivo que ingresa al país desde el norte.

Se sabe que cerca del 70 por ciento de las armas de fuego incautadas en México de 2009 a 2014 proviene de Estados Unidos, según un informe de 2016 de la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos, es decir, 73 mil armas.

En muchos sentidos, el dinero constituye un mayor problema que las armas.

De acuerdo con el Departamento del Tesoro, el narcotráfico genera aproximadamente 64 mil millones de dólares anuales de ventas en Estados Unidos. Además de permitir a los carteles del narcotráfico y a pandillas centroamericanas comprar armas, el dinero proveniente de la venta de drogas en Estados Unidos también se usa para sobornar y corromper a las autoridades mexicanas encargadas de hacer cumplir la ley, jueces, agentes migratorios y de aduanas de México y América Latina.

Los funcionarios de justicia de Estados Unidos no han salido bien librados pues cientos de ellos han sido arrestados o condenados por aceptar sobornos millonarios de los carteles y de contrabandistas.

“Lo que el público escucha de los políticos y los medios, es: ‘Vamos a detener la droga, vamos a detener el veneno que mata a nuestros hijos’”, dijo Doug Coleman, agente especial a cargo de la Administración para el Control de Drogas, DEA, en Phoenix. “Para la comunidad de procuración de justicia, el dinero y las drogas están interconectados”.

El dinero viaja de varias formas, incluyendo el correo, en cajas llenas de giros postales que valen cientos de miles de dólares y en paquetes que circulan por autopistas, en maletas o escondido en compartimientos, igual que las drogas que viajan desde el sur. En ocasiones, va de un país a otro en forma de pagos y depósitos que parecerían legítimos de no ser porque se hacen con ingresos obtenidos por la venta de drogas.

El año pasado, un matrimonio en Douglas, Arizona, se declaró culpable de usar a la compañía de transporte de su propiedad para enviar efectivo a un traficante de marihuana y cocaína que dirigía una ajetreada ruta de contrabando de drogas por Agua Prieta, México, justo al otro lado de la frontera.

Durante su investigación, los agentes de la DEA encontraron 16 camionetas comerciales, 54 tráileres, 11 vehículos, barcos, casas y 12 cuentas bancarias a nombre de la pareja. Unos 8,2 millones de dólares, provenientes sobre todo de la venta de drogas ilegales en Estados Unidos, ingresaron a las cuentas en el transcurso de cuatro años, en depósitos que nunca excedieron 10 mil dólares, para evadir el escrutinio de bancos y el Servicio de Impuestos Internos. Casi todo el dinero se retiró y en gran parte fue depositado en cuentas bancarias de la mujer en México.

El usar diversas cuentas bancarias para depositar y después retirar el producto de la venta de drogas es una forma habitual de lavar dinero; es tan solo una forma de las que tienen las organizaciones del narcotráfico para mover su dinero.

La forma más común es a través del comercio.

México es el socio comercial más grande de Arizona, así que las oportunidades sobran. Suele pasar que un corredor de divisas contratado por los carteles del narcotráfico compra bienes de una exportadora con sede en Estados Unidos. Posteriormente, los productos se envían a México, donde se venderán legalmente.

A lo largo de la frontera, las fuerzas policiales federales, estatales y locales trabajan conjuntamente para tratar de evitar que las drogas entren a Estados Unidos y, en ocasiones, para evitar también que el dinero y las armas lleguen a México.

Uno de esos esfuerzos entre agencias de cumplimiento de la ley, en Lukesville, se conoce como la Operación Chainlink. El esfuerzo encabezado por el Departamento de Seguridad Nacional, que también incluyó a guardabosques y miembros de agencias policiales estatales y locales, se ha dado a la tarea de detener el influjo de bienes ilegales, principalmente efectivo y armas, a México.

Durante el operativo más reciente en este lugar, los oficiales y los agentes especiales detuvieron a varios vehículos sospechosos e interrogaron a sus ocupantes, entre ellos a un hombre que conducía un Ford Escort a quien los agentes habían visto tirar una bolsa al lado del camino. Registraron el vehículo, pero no encontraron nada.

“Vamos a vigilarlo y lo vamos a reportar si regresa a pie o a bordo de otro vehículo”, dijo Bachelier, director del puerto. “Sabemos que no está metido en nada bueno, pero esta vez no pudimos agarrarlo con nada”.